Durante las COP16, de la CBD y COP 29, de la CMNUCC, organizaciones sociales hicieron un llamado para que entre ambas convenciones existan sinergias claras. Sin embargo, las decisiones finales de ambas conferencias no cumplieron con esas expectativas. ¿Por qué se pide la unión de estas dos agendas?
“A esta COP vine a seguir la relación entre biodiversidad y cambio climático”, esta fue una de las respuestas más comunes entre personas que viajaron hasta Cali, Colombia, a ejercer como observadores de la COP16 de la Convención de la Diversidad Biológica (CBD). Y la respuesta se explica porque muchas ONGs u organizaciones sociales de la región, aunque acumulan una larga experiencia haciendo seguimiento a los escenarios multilaterales de discusión sobre la agenda climática, no tienen tanto bagaje en las conferencias específicamente sobre biodiversidad, y tienen más que clara la relación entre ambas crisis.
Pero, más allá de eso, porque, además, ya está suficientemente estudiada la relación entre pérdida de biodiversidad y cambio climático. En este informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), se demuestra que el cambio climático se ha convertido en uno de los impulsores más fuertes de la pérdida de biodiversidad a través de, por ejemplo, “cambios en la temperatura media y las precipitaciones, los impactos de una mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos hidrometeorológicos y los cambios en la distribución espacial, la productividad y los hábitats de las especies silvestres en uso”.
Además, la vinculación entre ambas agendas tenía un aliado que era clave en la COP16: Colombia, el país que ejercía la presidencia de la Conferencia. “No es posible enfrentar la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo de forma aislada: estos desafíos deben resolverse juntos, poniendo una tierra sana en el centro de las soluciones para el clima, la naturaleza y el desarrollo sostenible”, dijo en su cuenta de X, Susana Muhammad, ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia y presidenta de la COP16.
Así que, ante este escenario en el que hay consenso científico alrededor de esta relación, presión por parte de organizaciones civiles y voluntad de algunos países, se esperaba que los resultados tanto de la COP16 como de la COP29 resultaran con efectos directos a la unión de ambas agendas. Pero no fue así.
Para Santiago Aldana, coordinador de los programas de Clima, Ecología y Sustentabilidad de la Fundación Heinrich Böll, oficina Bogotá; sí había un interés generalizado de que estas dos agendas se integren pero no había claridad sobre cuáles serían las decisiones que aterrizaran ambas agendas de parte de los Estados.
“Finalmente, esta convergencia de agendas el único punto que tenían en común es el financiamiento y lo que se dio cuenta es que los países no están comprometidos en lograr en que esos recursos se movilicen suficientemente para financiar ambas agendas, sobre todo sabiendo que la agenda de biodiversidad es una de las más desfinanciadas. Y eso es preocupante sobre todo en los países megadiversos”.
En esto coincide con Karla Maass, oficial para América Latina de Climate Action Network (CAN), quien aseguró que: “Al final, lo que tuvimos como resultado de negociación es un texto donde hay efectivamente un reconocimiento de la necesidad de integrar enfoque basados en los ecosistemas en la acción por el clima pero no hay ningún plan de trabajo específico para poder vincular las acciones de las dos convenciones”.
Recalcó, sin embargo, que lo que sí hay es un proceso para que la secretaría de la CBD pueda recibir contribuciones de las distintas partes involucradas para pensar lo que podría ser un programa conjunto que también pueda vincular a la COP de desertificación, y que se discutirá antes de la COP17 de biodiversidad.
“Pero lamentablemente no hay ahora una hoja de ruta que permita trazar estas sinergias de una forma muchísimo más clara y de esa manera contribuir al Marco Global de Adaptación y su objetivo último, que es revertir y detener la pérdida de diversidad biológica”, agregó Maass.
A esto, Aldana agregó que: “hubo una convergencia de agendas en el diálogo pero no en la acción. Hubiera sido bueno unir puntos como, por ejemplo, la identificación de mecanismos adversos para la biodiversidad versus al punto 6 de mercados de carbono, que ahí hubiera sido bueno discutir sobre sus salvaguardas y la creación de estándares para evitar la proliferación de estas falsas soluciones y que no responden a las causas de la crisis”.
De otro lado, Gisela Hurtado, responsable de la campaña Amazonía por la Vida de Stand.Earth, remarcó un punto que resulta clave en esta conversación: hay países que abiertamente se oponen a que los combustibles fósiles sean señalados con claridad como los causantes de muchas de las crisis que enfrentamos.
“Destacamos el liderazgo de Colombia a la hora de abordar conjuntamente el cambio climático y la biodiversidad, un paso adelante que debió haberse dado hace mucho tiempo. Sin embargo, es lamentable que algunos países hayan presionado categóricamente para eliminar las referencias a los combustibles fósiles, la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que sin ninguna duda debilitó el impacto de estas decisiones en la COP16”.
En esa dirección también apuntó Andrés Gómez, coordinador para América Latina de la iniciativa Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, quien dijo: “La COP16 en Cali debía ser un punto de inflexión para redefinir nuestra relación con la naturaleza. Sin embargo, la omisión de la salida necesaria y urgente de los fósiles en el texto final significa otra oportunidad perdida para enfrentar la causa común de la crisis climática y de biodiversidad. Las promesas de proteger el 30% de las tierras y mares para 2030 y los reclamos de la sociedad civil por el pago de la deuda ecológica del norte con el sur nuevamente no llegan a concretarse, mientras que el respaldo a la industria fósil permanece intacto”.
En este punto vale la pena mencionar que incluso en las Conferencias de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), tema en el que existe un amplio consenso científico sobre el papel de los combustibles fósiles como el carbón, petróleo y gas en la emisión de los gases que calientan la atmósfera y nos llevaron a la crisis climática; la mención a los combustibles fósiles tardó 27 años en aparecer.
Dicha alusión directa a estos agentes contaminantes sólo fue posible en la pasada COP27, de Egipto, en donde se afirmó que es necesario hacer una transición lejos de ellos.
"Más allá de sus resultados concretos, la COP16 abrió una ventana para alinear las agendas de clima y biodiversidad que ya no puede cerrarse. La cuestión fósil, el histórico elefante rosa en estas salas de negociación, hoy es señalado con el dedo por toda la sociedad civil, ocupa titulares en los medios y se sienta sobre las agendas multilaterales, lo quieran los gobiernos anfitriones, como en este caso, o no", comentó Maass.
Para Osver Polo, de la Climate Action Network Latinoamérica, “ayudaría mucho que ambas convenciones se puedan abordar en una sola COP y ver ahí toda la eficacia del accionar. El único problema es que ambas tienen agendas y estructuras diferentes. El tema es cómo se articulan ambas convenciones porque las dos son muy importantes para el planeta. Yo creo que en la COP de Belém se tiene que lograr que esta unión tenga un fuerte accionar”.
En esa COP que menciona Polo, que se desarrollará en Belém do Pará, Brasil, en 2025, los países deben presentar sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), igual que pudieron presentar sus Programas Nacionales para la Conservación y la Utilización Sostenible de la Biodiversidad (NBSAP, por sus siglas en inglés) en la pasada COP16.
Ambos documentos son las hojas de ruta que deben contener las acciones concretas que los países van a implementar para cumplir con los compromisos que asumieron en el Acuerdo de París y el Marco Global de Biodiversidad, respectivamente. El punto acá es que lo que demostró la pasada COP16 es que de 196 estados que hacen parte de la CBD, solo 44 presentaron actualizaciones de sus NBSAPs.
“Además de que se supo que muchos países no presentaron sus NBSAPs, lo cierto es ninguno de esos procesos se articuló con los procesos de la NDC, que es lo que entraría el próximo año”, señaló Aldana.
Así pues, se abre el gran interrogante de si los países miembros de la CMNUCC, que el próximo año deben llegar a Brasil con sus NDC actualizadas y socializadas con la sociedad civil, sí están haciendo la tarea de vincular sus compromisos climáticos con los de biodiversidad con un enfoque de no regresión y justicia. Ese sería un buen primer paso para por fin establecer una relación que, al menos durante 2024, no fue posible.