Feminismo, ambientalismo y maternidad: una triada en la coyuntura social

Kelly Marcela González García

Noviembre de 2017

Un día cualquiera habitando la universidad pensaba en todos los giros que damos para llegar a pensarnos y vivir lo que nos traspasa. Antes de entrar a estudiar Trabajo Social, ¿qué pensaba de la naturaleza, la madre tierra? ¿Alguien me hizo pensar sobre la conciencia ambiental? ¿Desde cuándo veo de una manera crítica la relación naturaleza-persona? ¿Y por qué me hago estas preguntas? Seguramente porque estoy empezando a ver mi relación con lo otro de una manera más sentida y sensible. Pero esto ¿cuándo empezó a suceder? Realmente fue hace poco, para este año (2017) con los 21 años que tengo de edad, es triste darme cuenta de que hace poco fue que empecé a ver mi alrededor diferente, con autocríticas de mi día a día, de cómo le contribuyo a la tierra, a mi cuerpo, a mi entorno. Pero como dicen por ahí: es mejor tarde que nunca y así fue. Cuando estaba en la profundización de Emergencia Ambiental, realmente allí fue donde me di cuenta de la magnitud de tantas multinacionales y de tantas personas como nosotras que estamos separándonos de la naturaleza y cómo hemos olvidado nuestras raíces. También recuerdo de esta materia al profe Jaime, con su voz gruesa y poética, que me inspiró a ver la realidad de manera más sentida y amorosa. Cuando fuimos a Silvia (Cauca), fue determinante ver otras realidades diferentes a las mías para comprender esta coexistencia. 

Y ¿cómo viene todo eso a mi mente en estos momentos? Escribiéndolo en un escritorio universitario ubicado en un apartamento que comparto con mi hermano y una amiga en Manizales, lejos de mi casa y mi familia. Pienso que, aunque es un proceso todo este tema, se puede contribuir a algo, incluso con mencionarlo y pensarlo es un gran paso que otras personas seguramente aún no contemplan en su vida. Y, bueno, aquí estoy batallando entre querer hacerlo o dejarme llevar por el individualismo, que es un síntoma que a much@s nos persigue.

Febrero de 2019 

Han pasado varios años, dentro de este lapso me gradué como trabajadora social y actualmente trabajo en la alcaldía de mi pueblo haciendo algo que nunca pensé hacer: trabajar en el área de salud, especialmente de salud mental. Qué cosas, ¿no? Pero todo pasa por algo y nos pone en los momentos y lugares precisos para aprender, pues este trabajo me ha llevado a valorar el sentir de las personas, reconocer las múltiples problemáticas que puede vivir cada quien, me enseñó a hablar de otredad. 

Sí, los días pasan, pero están pasando sin un sentido claro, porque estoy haciendo algo que no me hace feliz. Trabajar para vivir, será. Sin un propósito para aportar al cambio de este pedacito de tierra que habitamos como lo imaginaba en la universidad. Me levanto, voy al trabajo, almuerzo, me doy una siesta de media hora, regreso al trabajo, salgo del trabajo y así se la pasa mi día a día. Todo lo que imaginaba hacer, ¿dónde quedó? La motivación de ser parte del cambio se redujo a la rutina laboral. No me veo aquí, no estoy siendo yo, quiero hacer algo… 

Cuando estudiaba Trabajo Social, siempre me movilizaron la relación que tenemos con la naturaleza y la diversidad de género. Inconscientemente, la vida me ha llevado a estar inmersa en estos temas desde lo laboral, colectivo y personal, pero ¿puedo hacer algo más? No solo estar ahí, sino también vivir con acción, que me despeluque hacerlo. 

Ahora vivo en Riosucio (Caldas), un municipio diverso cultural y ambientalmente, un lugar que me ha inspirado a valorar las pequeñas cosas y darle sentido a lo que parece trivial. Como levantarse y dar gracias al padre sol, a la madre tierra, a dar paso en la vía en cada esquina, a saludar a todas las personas con las que cruzamos mirada, a ser solidarios con las demás personas. Aquí somos más población rural que urbana. Aquí, en este lugar, podría estar cerca del inicio de muchas cosas que constantemente me he cuestionado, pero no les he encontrado el sentido.

Marzo de 2019 

Ya encontré algo por dónde empezar. Me he decidido, me he levantado, por más pequeño que pueda ser, sueño con contribuir a transformar nuestros hábitos de consumismo, que es lo que tanto daño le hace a nuestra coexistencia con la Tierra. De ahí nace gran parte de lo que pienso que puede ser un camino de activismo, investigación, colectividad y transformación. ¿Podré hacerlo? ¿Por dónde empiezo?

Mmm, ¿qué tal suena Heke para ponerle nombre a una iniciativa que busque dar segunda oportunidad a la ropa usada, especialmente dirigida a mujeres? La idea es reducir nuestro consumo y promover la moda circular desde un comercio justo y consciente. Me gusta el nombre porque rima con trueque y eso hace parte de esta moda circular. Sueño con cambiar el imaginario que se tiene sobre este tipo de práctica alternativa, pues por estos lados del país, a pesar de que es una periferia de la periferia, es muy pinchada, y la ropa de segunda la ven como sucia, de mal estado, que se pegan las energías, etc. 

Y es que la industria de la moda, aparte de generarnos una necesidad de comprar y acumular ropa constantemente, que por supuesto no lo es, también es la industria que más contamina. Querid@ lector/a, ¿sabías que esta industria produce el 10 % de las emisiones mundiales de carbono? Esto la convierte en la segunda mayor contaminadora industrial, siendo superada por la industria petrolera. Todo esto hay que comunicarlo, cuestionarlo y poco a poco cambiarlo. Querida Kelly, ¿por dónde puedes empezar a visibilizarlo?

Abril de 2020 

Ha pasado un año y todo ha sido como lo esperaba, con altibajos, pero a través de Heke estamos hablando de cosas incómodas para personas cómodas en sus hábitos de consumo y esto está generando una ola de información para preguntarnos más sobre este tema. Aunque empecé a hacerlo por medio de redes sociales, he ido teniendo amigos, seguidores o audiencia, o como puedan llamarle, y poco a poco ha estado creciendo. Eso me pone muy feliz, porque ando tomando fotos a prendas usadas para vender o truequiar. He hecho algunos posts sobre el tema ambiental como contaminación, hábitos, consciencia, entre otras cositas interesantes que he podido hacer para informar y generar algún tipo de cambio. 

Pero, querid@s lectores, aparte de eso, en este año pasaron muchas cosas que han tenido relación con todo esto que he venido contándoles. Algo que me ha parecido así supernecesario y bonito fue que empecé a reconciliarme con mi cuerpo-territorio por asuntos ambientales, pero también de cuidarme como mujer. El 18 de mayo de 2019 adquirí la copa menstrual después de haber dejado de menstruar por más de 4 años a raíz de los métodos anticonceptivos. Y, bueno, es otra historia que puede contarse en otro momento, pero tiene relación con todo esto que está pasando, porque sentí la necesidad de hablar de este tema en Heke (el espacio creado en redes sociales @ heke____), de usar la copa menstrual, desde lo ecológico, pero también económico y de salud, promoviéndola como una alternativa a este consumismo; también ante la contaminación a la tierra e intoxicación para nuestro cuerpo. Realmente esto fue un movilizador más para ampliar mi voz y proponer modos otros de habitarnos como mujeres. 

Heke se ha abierto como un espacio para mujeres que se piensan el tema ambiental, pero también el cuidado de su cuerpo-territorio. Algo bien loco al principio, pero lo he ido desarrollando con las acciones cotidianas que ejercemos, los pensamientos y estructuras mentales con los que hemos crecido en torno a estos temas, que poco a poco vamos transformando. 

Agosto de 2020

Tengo toda la energía, siento que todo está a mi favor. Como dice Cerati, fluyen las cosas a pesar de que estamos en pandemia. Estamos tejiendo una colectividad donde lo ambiental o ecológico está atravesando mi piel, lo que pensaba individualmente ya lo puedo compartir y discutir con otras personas, ¡qué alegría! Y a raíz de Heke empezaron a llegar a mi vida personas con propósitos conjuntos. Una compañera de trabajo y una amiga del cole nos sentamos este año a conversar qué nos moviliza y qué podríamos hacer juntas. Ha sido maravilloso: compartimos sueños, pero también indignaciones frente a las injusticias y desigualdades que se viven en el territorio. Somos de las personas que se nos hace un nudo viendo la deforestación, la explotación y otras prácticas extractivas cerca de nosotras como hijas de este terruño montañero.

En Río Coffee, con mucha ansiedad de saber qué pasaría, una noche nos reunimos y conversamos un montón, de todo un poquito, y dejamos como resultado el crear un colectivo ambiental en Riosucio. Pero, bueno, ¿qué podríamos empezar a hacer? ¡Es un tema tan inmenso y complejo! Rayamos, escribimos, reímos, planeamos y salió nuestra primera tarea: ponerle un nombre a esto que estamos conformando. Entre buscar y encontrar nombres muy chichis o muy repetitivos, dimos con uno que nos gustó por unanimidad: Bakuru, que en Embera traduce árbol, todo lo que buscábamos: enraizar procesos, ser fuertes y florecer con otras personas para continuar creciendo en este tema a nivel colectivo.

Febrero de 2021 

Bakuru es ahora un gran lugar para juntarnos. Estamos haciendo recorridos territoriales, identificando y conociendo la biodiversidad de nuestro municipio. Habitamos un lugar con gran riqueza hídrica, contamos con 32 cerros tutelares, es decir, que hay mucha montaña donde caminar. La mayoría de estos cerros cuentan con guardianes espirituales custodiados por los 4 resguardos indígenas que Riosucio tiene. La biodiversidad de la que les hablo también ha generado conflictos socioambientales, porque hay muchos intereses particulares en el territorio. Algunas multinacionales están llegando a generar procesos de monocultivos que de alguna forma alteran el estado ambiental y social del municipio, por eso, como colectivo estamos soñando con un territorio libre, donde la madre tierra sane sus heridas y nosotros permitamos que así sea. 

Por otro lado, el colectivo también es un lugar para comer rico, hacer activismo e intercambiar saberes porque tod@s tenemos diversos campos de acción, habilidades y gustos que nos complementan. Algunas personas tejen, otras han estudiado mucho lo ambiental, hay líderes innatos, personas creativas y así todo un complemento. Hemos llegado a emprender para tener ingresos y sostenernos. Una historia de esto fue hacer hamburguesas vegetarianas y venderlas a domicilio en plena pandemia con toque de queda, toda una odisea corriéndole a la policía para entregar los encargos sin dejarnos ver. Eso y muchas historias ya están sucediendo aquí, esto nos fortalece como grupo. Quién iba a creer que tres jóvenes mujeres podríamos llegar a organizarnos y hacer tantas cosas en tan poco tiempo. Valoro mucho lo poco o mucho que estamos haciendo porque tener voz y defender la naturaleza es una hazaña en un país con tantas injusticias y violencias.

Agosto de 2021 

El colectivo Bakuru se ha estado fortaleciendo de procesos educativos, de gestión y veeduría. Una vez hicimos que pararan la tala de varias palmas de cera en uno de los parques principales del municipio; también estamos visualizándonos en ejecutar proyectos que permitan generar una conciencia ambiental para Riosucio. Y de esta organización colectiva está por nacer un círculo de mujeres que permita la juntanza desde lo femenino y ecológico o, bueno, así lo soñamos, porque estos últimos años desde lo individual he sentido la necesidad de encontrarle un sentido al activismo ambiental que hemos venido haciendo, desde una perspectiva feminista. Esto porque siento que como mujeres hemos estado en desventaja en muchos aspectos para la organización, el liderazgo y la toma de decisiones. Pensar que el colectivo lo iniciamos tres mujeres ya es mucho y hay que reflexionar sobre esto.

Este año he pensado en enviarles una carta a cada una de las mujeres que integran el colectivo y a otras 4 mujeres que están en otros procesos para invitarlas a conversar, unir fuercitas para continuar pensándonos la interseccionalidad entre lo femenino y lo ecológico, pero también apoyarnos entre nosotras y cocrear mundos posibles.

Octubre de 2021 

Una carta para ellas: 

Querida mujer: 

Hace más o menos dos meses vengo pensando cómo escribirlo, hoy tomé la decisión de no postergarlo más. Aquí va... 

La vida nos pone misiones en este plano terrenal, donde nos muestra que no podemos hacerlo solas… Cada sentir, cada propósito, cada pensar están hilados con otros seres, donde es necesario juntarnos, reconocernos, permitirnos adentrarnos a lo que nuestro corazón, mente y espíritu llaman a movernos. 

Hoy escribo estas palabras porque lo siento necesario y, sobre todo, lo quiero compartir. La semilla que ha germinado en mi caminar me hace dar cuenta de que, como mujer, como Kelly, he sufrido heridas, dolores que también es necesario Sanar; pero no lo puedo hacer sola. Al pensar en lo que he sentido y vivido, también imagino que otras mujeres como yo lo viven. 

Conozco también que estás caminando otros procesos colectivos y, al conocerlo, siento que ya hay una intención allí. No estás en ese o esos espacios porque sí, algo nos atraviesa. Por lo tanto..., encontrarnos, conocernos, dejar que la palabra emita todo lo que adentro tenemos es mi invitación hoy. 

Quisiera que podamos hacer camino con otras mujeres y que la sintonía esté entre nosotras para transformar nuestras vidas y muchas otras, ¿por qué no? Por ello, dejo abierta esta carta. Porque es el primer paso para contarte todo lo que estoy soñando e imaginando.

Primero quisiera saber si quieres participar de este caminar, que no sé si ya tiene un inicio, pero sí tiene un camino sin fin.

Un abrazo. Kelly

Diciembre de 2021 

Cerramos año. Todas las mujeres están a la expectativa de reunirnos. En este año no pudimos por cuestiones laborales y académicas de casi todas, pero esperamos que para 2022 empecemos a encontrarnos e hilar este camino que tengo la esperanza de que será largo y hermoso. Pero, mientras sucede esto, continúo con Heke vendiendo e intercambiando ropa de segunda. Cada vez son más las mujeres que están en esta moda circular. También continúo hablando sobre las mujeres y el cuidado de nuestro cuerpo, y ahora más que nunca de la gestión menstrual sostenible, pudiendo encontrar un lugar para reconocer lo que es habitarnos desde un consumo desacelerado, consciente y honrar nuestro territorio cuerpo-territorio tierra. 

Y así están sucediendo las cosas. Un día en redes sociales, navegando en tiempo de ocio, viendo publicaciones publicitarias y otras con algoritmo con temas de interés, me topé con una página llamada Revolución Roja, es un movimiento ecofeminista. Me causó mucha curiosidad saber lo que hacían y encontré que es un colectivo que gestiona copas menstruales para su donación con todo un proceso educativo desde lo ambiental, la salud y lo económico. Dije: ¡aquí es!, aquí puedo empezar a enlazar todo lo otro que estoy haciendo. Me imagino esta revolución en Riosucio. 

Yo me pongo a pensar y es increíble cómo ha cambiado la Kelly de hace 10 años, que estaba recién graduada del colegio, viviendo en una burbuja hiperreal con múltiples sesgos de la vida y del mundo, y ver la Kelly actual, con un camino recorrido. Ahora lo estoy recorriendo acompañada, en colectividad, la motivación para continuar es construir un mundo donde quepan otros mundos, como lo dice el subcomandante Marcos de Chiapas1 . Es increíble también cómo caminar con otras personas permite creer y confiar en que sí es posible derrotar la desesperanza.

Enero de 2022 

Y volviendo al movimiento de Revolución Roja, les cuento que ya les escribí y recibí una formación para ser embajadora del movimiento para erradicar la pobreza menstrual desde la información y la donación de copas menstruales. Aquí en Riosucio hace algunos días hice mi primera misión con mujeres del Territorio Ancestral Indígena de San Lorenzo, un territorio que ha sufrido el conflicto armado y ha emprendido un proceso de sanación territorial a raíz de la violencia. Es un resguardo indígena que siempre he admirado por su organización política y social. Conociendo a las mujeres que participaron del espacio, siento que este propósito de hacer educación desde el reconocimiento de nuestro cuerpo-territorio cobra mucho sentido por su curiosidad, su necesidad de cambiar paradigmas y construir un mundo equitativo y justo para nosotras como mujeres.

Este encuentro fue superretador porque eran más de 30 mujeres y la metodología del taller era supercompleta. Tenía mucho susto, pero lo logré. Aquí estoy escribiendo esto con una sonrisa de oreja a oreja porque fue algo muy gratificante poder informar, empoderar a más mujeres y que también la mayoría se cambiara al uso de la copa menstrual. Donarla fue aún más maravilloso. 

Adentrarme al mundo de la gestión menstrual sostenible ha implicado que como mujer tenga una coherencia con mis actos y mis discursos, y ha sido un reto, en el sentido de que muchas veces desconozco mis ciclos menstruales, porque apenas estoy empezando a reconciliarme con mi menstruación. A veces creo que tengo el síndrome de la impostora y pienso que no soy coherente, que no estoy dando la información como debe ser, que podría hacerlo mejor. Incluso pienso: ¿parece que estoy evangelizando a mujeres sobre este tema? Y hoy, por ejemplo, pienso que no: la información es libre y autónoma, quien decida tomarla tendrá su cambio y no estoy obligando a nadie a que haga lo que estoy diciendo.

Febrero de 2022 

Y llegó el día de nuestro primer encuentro de mujeres. Todo un inicio de cosas bellas, así lo declaro y así será. Al ser el primero de manera colectiva, nos reunimos inicialmente en el parque San Sebastián, como punto de referencia para movilizarnos a la comunidad de Pueblo Viejo. Algunas nos desplazamos en moto llevando a una compañera y las demás en un taxi. 

Mientras esperábamos que llegaran todas, entre algunas no había mucha cercanía, solo los espacios del colectivo. Yo era la que tenía un lazo de cercanía con cada una, lo que me hacía estar un poco tensa, pero esperaba que la tensión se fuera yendo cuando compartiéramos en la mañana y tarde. 

Llegamos a la casa que queda ubicada en la comunidad de Pueblo Viejo, en las afueras de Riosucio. El clima allí es frío y cuenta con un paisaje que divisa las montañas de la parte alta del Resguardo de la Montaña. Al llegar sentimos la tranquilidad que nos trasmitía este lugar, coincidimos en que era perfecto para iniciar este camino de juntanza. Había neblina, una brisa que movía las hojas de las plantas y un poco de llovizna que mojaba la tierra poniéndola negrita.

 Acomodamos nuestras cosas en una mesa. Daniela y Anyeli se dispusieron a realizar y armar el altar del círculo que íbamos a tener (días anteriores les había pedido el favor a ellas dos de iniciar el encuentro con la armonización del círculo). Mientras tanto, las demás observábamos cómo lo realizaban y compartíamos algunas pertenencias en el altar: algunas colocamos esencias2 , semillas, medicina, velones.

Después de dejar el altar listo, iniciaron las compañeras con la armonización, pasaron la esencia, algunas compañeras se pusieron cómodas, se descalzaron. Olimos profundamente la esencia con los ojos cerrados y la pasamos por todo el cuerpo. Después de recibirla todas, Anyeli elevó unas palabras para conectarnos con el momento y conversamos sobre lo que para cada una es sororidad, como punto de partida para este primer gran encuentro de mujeres. 

¿Qué imaginamos o entendemos por sororidad? Adentrarnos en esta concepción para algunas era nuevo, en algún momento se había escuchado, pero no nos habíamos percatado de la profundidad que traería a lo largo de los días en nuestras prácticas. De esta pregunta salieron algunas ideas:

“Es empatía y solidaridad, de escucharnos y comprendernos, de no hacernos la típica guerra con los estereotipos sociales que las mujeres vivimos en guerra, antes lo contrario, resaltar las acciones y particularidades de las mujeres” (V_G Mujer, 2022). 

“La sororidad es la posibilidad de recocernos en la diferencia y en la diversidad. Como mujeres no podemos decir que hay un tipo de mujer, hay muchos tipos de mujeres y no hay una verdad absoluta de ella” (K_M Mujer, 2022). 

“Precisamente la palabra sororidad la relaciono con acompañamiento, no solo en presencia, sino en esencia” (K_C Mujer, 2022). 

“Sororidad es un conjunto de muchas cosas, un acompañamiento que yo puedo dar en contacto con una persona, pero en distancia puedo sentirla por medio de su energía, su palabra. Es como esa vibración que creamos entre mujeres. Es algo que se sale del esquema o paisaje general” (A_L Mujer, 2022).

A raíz de este conversatorio, empezamos a ver la sororidad importante en cada encuentro y en cada relación construida con otras mujeres; a la vez, se convirtió en un modo de repensar el mundo.

Septiembre de 2022

Continuamos encontrándonos, nos hemos visto cada mes en la casa de alguna de las mujeres. Ha sido conmovedor, han surgido experiencias, historias y muchas ideas para empezar a hacer como grupo, como hacer pedagogía con más mujeres sobre los temas de conversación que hemos hecho en estos últimos meses. En este círculo de septiembre me siento un poco emocional con muchas cosas en que pensar, porque hace un mes me di cuenta de que estaba en embarazo, una noticia que no esperaba y no planeaba. Fue algo difícil de asumir. En un principio acudí a las alternativas que podía elegir: continuar con el embarazo o realizarme una IVE. Qué dilema. 29 días pasaron y decidí continuar con la gestación; decisiones difíciles que he tomado en mi vida y esta. Se me ha dificultado comunicar esta noticia. Pasó que en este encuentro de septiembre no les dije nada a las mujeres, pero me siento extraña. ¿Por qué no me salen las palabras para contar que estoy en embarazo? ¿Qué tiene la palabra embarazo que aterra y asombra a la gente?

Siento que, para ser mujeres, tenemos una carga social de expectativas al saber que seremos madres. ¿Será que el miedo a comunicarlo es por la forma en que me he visualizado como mujer? Pensar que de pronto cambiará mi modo de vida, ¿cambiará la mujer que lidera, alza la voz, que le gusta la expedición y caminar en lo rural? No lo sé en estos momentos, pero sí tengo aquí en mi pecho un gran miedo a perder lo recorrido hasta hoy a mis 27 años.

El miedo surge al estar en una sociedad que implanta el rol de maternidad a una sola forma de serlo, que es una madre que esté en casa al cuidado de su hijo 24/7. Si cumplo esta condición, sería una mala madre.

Noviembre de 2022 

Han pasado casi tres meses y poco a poco he ido contándoles de la noticia a las personas más cercanas. Esto es una cosa loca porque, aparte de estar gestando, continúo trabajando con el resguardo de Cañamomo Lomaprieta, especialmente con trabajo de campo que me ha exigido más fuerza y resistencia física. Continuamos con los círculos de mujeres, estoy terminando una maestría, el colectivo Bakuru sigue activo y nos estamos reuniendo. En fin, mi vida no para, pero ya no estoy sola en esto: hay un ser que está creciendo y viviendo conmigo todos estos días tan movidos. Lo movida que es mi vida me lleva a cuestionar las exigencias sociales que han ejercido en las mujeres posiciones de productividad para sentir que somos alguien y estamos haciendo algo. Por ejemplo, estoy escribiendo estas líneas a las 8:44 p. m., después de tomarme un café bien cargado (algo que dicen que las embarazadas no podemos tomar) para tener energía. Antes de este momento hice muchísimas cosas, es decir, no paré en el día un momento para darme un respiro porque, cuando me lo doy, llega ese sentimiento de culpa y de preguntarme ¿podría estar haciendo algo más importante que estar tendida en cama? Entonces, más bien sigo un día movido, dándole mi energía a mil para sentirme “bien”.

Abril de 2023 

Desde noviembre a abril de este año me he perdido un poco, porque he estado terminando procesos laborales y académicos. Mi panza creció, mi bebé ya tiene nombre: se llamará Lauren, un nombre no binario que escogí con el papá, que significa valentía e inteligencia. En estos meses que han pasado también decidí no trabajar más. Culminé el proyecto en Cañamomo en el mes de diciembre y desde ahí en adelante pude tener el privilegio de dedicarme a mi embarazo y a la motivación de hacer cosas por el cuidado ambiental. Pero esto no ha sido fácil, por lo que en noviembre les había contado de esa tal productividad, entonces inconscientemente le estoy dedicando mucho tiempo y le he metido más la ficha al colectivo Bakuru desde la línea de gestión menstrual, escribiendo y enviando proyectos para ser financiados, realizando recorridos territoriales, es decir, caminando mucho y con pancita el esfuerzo es doble. Pero todo lo ha valido porque pasamos a la convocatoria.

de PROCEDA (proyectos ciudadanos de educación ambiental) de Corpocaldas, algo maravilloso fruto del círculo de mujeres y de la juntanza realizada, pues con ellas ejecutaremos este proyecto en una comunidad rural de Riosucio.

Junio de 2023 

Hace un mes tuve a mi bebé, hubo muchas complicaciones. El haber solicitado un plan de parto humanizado me permitió estar con la partera que me acompañó toda la gestación y con el papá de Lauren; sin embargo, todo el panorama cambió en el trabajo de parto, complicándose y teniendo a mi bebé por cesárea. De este solo resumo que sentí un dolor inexplicable que nunca había sentido, pero que es más fuerte el vínculo que creas con ese pequeño ser que solo deseas que todo salga bien. Y aquí mi reflexión acerca de lo valientes que somos las mujeres al parir vida y con ello un sin número de cambios físicos, emocionales, dolores, cansancio, desgaste, en fin, qué tesas somos las que decidimos ser madres. Paralelo a esto el proyecto de gestión menstrual empezó a caminar. Yo no he podido estar al frente de la ejecución, pero estamos coordinando y haciendo todo para que salga de la mejor manera. Espero acompañar en los últimos encuentros que se programaron.

Octubre de 2023 

Y cuando hablo de que somos bien tesas, teniendo en cuenta lo que ha pasado en estos últimos meses, ese adjetivo va teniendo un sentido más profundo, pues no solo lo somos en el momento de dar a luz. Después de ese suceso, empiezan a llegar un montón de situaciones y responsabilidades que vamos asumiendo con relación a lo que la sociedad exige, la familia demanda, en fin, lo que todo este sistema-mundo ha creado para una mujer que decide ser mamá.

En estas líneas quisiera profundizar especialmente en lo que implica ser mujer, trabajadora, activista (que en su propósito de vida están inmersos lo ecológico y lo feminista) y madre. Resulta y pasa que, después de que has construido un camino de lucha social, donde muchas cosas de las que haces contribuyen un poco a cambiar este pedacito de tierra que nos correspondió, a la par se crea un imaginario de lo que puedes llegar a ser. Siento que socialmente no es proporcional ni relacional ser mamá y tener luchas ambientales y feministas, pero ¿por qué se da esto?, ¿por qué me siento frustrada y a la vez presionada?

Escuchar o leer cosas como: si eres tan ecológica, ¿por qué decidiste ser mamá?, ¿todavía apoyas el aborto sabiendo que ya eres mamá?, si un bebé contamina tanto, ¿cómo decidiste ser madre?, ¿cómo será la crianza de tu hijo si dices ser tan ambiental?, hace que estas ideas asalten mi mente y me han generado un remolino de pensamientos autoexigentes. Después de respirar profundamente, estos paran en un mantra (le digo yo): “Hago lo que puedo con las posibilidades y herramientas que tengo”. Así, recuerdo que lo poco o mucho que hago es dado desde la conciencia ambiental que he creado en los últimos años de vida y todos los días estamos en constante construcción y expansión de experiencias y saberes para ser mejores seres humanos en coexistencia con la madre tierra.

Y para finalizar este apartado de catarsis, historias, experiencias de una mujer que camina en colectivo y en pro de lo ecológico, quisiera resaltar que todo esto que he transitado no hubiese sido posible sin la compañía de las mujeres que se sumaron a este propósito de vida, sin las mujeres que resuenan y también desean cambiar la realidad en la que vivimos, y finalmente sin las personas que creyeron en el colectivo ambiental Bakuru y aún están allí dando lo mejor desde nuestros tiempos libres, desde nuestras ocupaciones, desde nuestros hobbies, desde donde cada quien lo esté viviendo.


1 El subcomandante Marcos se distingue por sus habilidades literarias e intelectuales y el manejo de los medios de comunicación masiva. Su imagen (el rostro siempre cubierto por un pasamontañas) ha recorrido el mundo como símbolo de resistencia.

2 Lociones hechas con plantas medicinales para armonizar el cuerpo y el alma.