Las mujeres y el amor

Yeiny Valbuena

Viernes 23 de febrero de 2001 

7:30 p. m. 

uerido diario, hoy me levanté temprano para ir a ayudarle a mi abuela a sembrar su nuevo jardín. La verdad me gustaron mucho las nuevas flores que trajo de su viaje. En medio de tanto silencio le pregunté por qué se había ajuntado con el abuelo. Me contó que antes era muy difícil estudiar y que su madre era muy brava, y en eso conoció al abuelo. Él la hacía sentir segura. Pasaron varios días conociéndose uno al otro hasta que una tarde se escapó de la casa con el abuelo y desde entonces están juntos. Llevan ya 45 años compartiendo sus días.

Cuando la abuela me terminó de contar, le pregunté qué era el amor para ella después de todo lo que había vivido con el abuelo. Me dijo que el amor era como un jardín de rosas, ya que, luego de que tú lo siembras, tienes que todos los días regarlas con agua, acariciarlas, hablarles, quitarles la maleza que invade su alrededor y daña su tranquilidad; si esto no se hace, muy probablemente este se marchite antes de crecer y florecer. 

—¿Por qué esas preguntas, mi niña? —me dijo. —

Solo me causó curiosidad de saber de ti y el abuelo —respondí mientras miraba fijamente cómo plantaba con tanto amor la hortensia azul, una de mis favoritas. El amor y el jardín, esas palabras resonaron en mi mente todo el resto del día. 

Ya eran las 4 de la tarde, tomamos una merienda y tomé el camino a casa. Me daba un poco de miedo porque tenía que pasar por la orilla de una montaña y la quebrada La Raíz, que quedaba llegando a la casa. Cuando llegué, saludé a mamá y le dije lo que habíamos hecho con la abuela, que me había contado la historia de ella y el abuelo.

—¿La pasaste bien con la abuela, hija? —dijo. 

—Sí, mami —respondí. 

Ya era noche, cenamos huevo con arroz y yuca cocida. Después le ayudé a organizar la cocina. Ya me dispongo para dormir, pero aún no dejo de pensar en lo que me dijo mi abuela. Bueno, esto fue por hoy, mi diario. Hasta pronto. 

Sábado 24 de febrero de 2001

 9:53 p. m. 

Hola, mi diario. Sé que no te he escrito hace unos días, pero quiero contarte lo que estoy sintiendo y no puedo esperar hasta mañana. Conocí a un chico, te lo describo: es alto, piel morena, cabello negro, tiene unos ojos café claros, una sonrisa que no he podido sacarla de mi mente y una voz de ángel que me enamoró… bueno, eso creo. Me dijo que mis cabellos parecían oro, que brillaba con el sol y que mi sonrisa iluminaba mi rostro. La verdad que nunca me habían hecho sentir tan halagada. 

Él fue a la casa porque su tío lo mandó por unas panelas que les habíamos guardado, ya que son clientes fijos de papá y cada mercado se les dejan sus 4 atados de panela. Ellos viven a la orilla del río El Pescado y su tío y mi papá se conocen desde hace mucho tiempo. Después de una larga charla entre ellos, se despidió y se fue en su caballo colorado que, de hecho, estaba todo embarrado y mojado de sudor por el largo camino. 

Mi madre me preguntó que si me había gustado por la forma en que lo miraba y se lo tuve que ocultar porque me daba pena y miedo decírselo, ¿qué tal que me regañara? Yo tengo apenas 16 años y él 20, pero es que no puedo evitar sentirme como una mariposita que abre sus alas al viento. Claro, también tengo miedo de que un viento fuerte rompa mis alas.

Antes de irse él me dijo que si nos volvíamos a ver y quedamos de vernos el viernes después de clases. Estoy impaciente de que llegue ese día, ya quiero verlo. Bueno, después te cuento qué me dijo.

Domingo 8 de abril de 2001 

11:05 p. m.

Hola, soy yo de nuevo, es que no he tenido tiempo de escribir, pero te quiero contar lo que pasó el vienes con Hector, así se llama él. Después del colegio, nos encontramos cerca de una casa vieja y abandonada que hay camino a mi casa. Allí hablamos un rato, me dijo de yo era muy linda y me sonrojé. Me llevó un cartucho, que es una flor que se da en las orillas de los caños. Fue un lindo detalle de su parte, me encantó. Me dijo que si quería ser su novia, le dije que si no era muy pronto, ya que nos conocíamos hacía como 2 semanas atrás.

 —¿Crees en el amor a primera vista?, porque yo sí —me dijo. 

Lo pensé tal vez por unos segundos y le dije que sí. También nos dimos un beso, bueno nuestro primer beso, y nos despedimos porque ya era un poco tarde y tenía que llegar a la casa antes de las 4 o si no mamá me regañaba, pero por suerte llegué antes. Tengo que confesarte de que fue el mejor día de mi vida. Bueno, ya me voy a dormir. Hasta pronto. 

Domingo 27 de mayo de 2001

10:00 p. m. 

Hola, mi querido diario. Sé que no te había escrito, pero quiero contarte que hoy me escapé de casa y me vine a vivir con Héctor el chico que te conté hace unos días. Sé que es muy pronto, pero es que en casa mantenían regañándome por todo y me hacían sentir que nada hacía bien y que estaba sobrando. Le dije a Héctor lo que estaba pasando y me dijo que nos fuéramos a vivir juntos, que su tío estaba buscando alguien que cuidara la finca que era de los abuelos paternos y que allí podíamos quedarnos. Le dije que sí. No niego que tuve miedo, pero aun así él me hace sentir segura de estar con él porque lo amo y me ama. 

Ha sido todo lindo conmigo, ya llevamos 2 semanas conviviendo juntos, creo que es el amor de mi vida. Los dos somos jardineros de esta flor que es el amor y, de hecho, hoy me trajo unas flores que encontró en el camino y las puse en un pocillo con agua en la mesa. Me quedé pensando en lo que hablamos con mi abuela aquel día y la extraño mucho. Bueno, es todo por hoy, ya está muy tarde. Hasta pronto.

Lunes 11 de junio de 2001 

10:45 p. m. 

Hola, quería contarte de que ha sido todo bonito conmigo. Todos los días me despierta con un beso y me dice que me ama mucho, que tengo una buena sazón en las comidas, que quedan deliciosas. Hoy preparé un sancocho de gallina con arroz, como me enseñó mamá, y le encantó. 

Hablando de mamá, la verdad es que la extraño mucho y sé que ella también me extraña. No he sabido nada de mi vieja, ¿cómo estará?, ¿qué estará haciendo? Hay noches en que recuerdo todo lo que hacíamos juntas; me da sentimiento al revivir esos momentos junto a ella, pero este es el camino que yo escogí para mí y tengo que vivirlo. 

Domingo 24 de junio de 2001 

3:10 a. m.

No sé cómo empezar a contar esto. Él ha cambiado mucho, no es igual. Me dijo que yo no sabía hacer nada bien, que la comida había quedado un asco y que yo era una inservible. No entiendo qué es lo que le está pasando, si estábamos bien. No sé si es porque ha estado muy cansado por el trabajo o qué pasa con él, pero no me está gustando ese cambio de comportamiento tan repentino. Desconozco al hombre de quien me enamoré, solo espero de que sea solo un mal rato que está pasando, pero no tiene que decirme todo eso porque me hace sentir como si yo fuera la causa de su enojo y no es así. Bueno, eso creo, la verdad no sé por qué está así. Ya tengo que acostarme antes de que se despierte y se enoje conmigo por estar a estas horas despierta. Hasta pronto.

Lunes 2 de julio de 2001 

3:10 a. m. 

Hola de nuevo. Quiero contarte que las cosas, en vez de mejorar, están empeorando. Hoy llegó en la tarde y sin motivo me golpeó, me dio una bofetada. Me sentí muy mal, traté de hablar con él, pero no me prestó atención. Preferí no insistir para no empeorar las cosas. Al rato me dijo que lo sentía mucho, que no era su intención, solo que estaba cansado y que sabía que no debía desquitarse conmigo, que lo perdonara, que no volvería a pasar. Dije que, bueno, que no pasaba nada, pero que por favor no quería que se repitiera. No dije nada más. 

Cuando nos acostamos para dormir, quise acercarme y me rechazó. Me dijo que no lo molestara, que estaba cansado, que él sí había trabajado todo el día. No pude evitar mis lágrimas porque, aunque me sentí inútil e innecesaria, tenía dolor de espalda de cocinar en el fogón y de lavar la ropa y las ollas de toda la semana. Me sentí la peor mujer del mundo en ese momento y me pregunté si lo que yo hacía para él no era trabajo, pero mejor callé y recordé las palabras de la abuela. 

Bueno, ya me voy a acostar, tengo miedo de que se levante y se enoje de nuevo. Voy a guardarte muy bien para que no te encuentre porque ahí sí no sé qué pasaría y no quiero que él se vaya porque lo amo mucho, y voy a esperar que él piense bien las cosas y podamos hablar. 

Domingo 29 de julio de 2001 

2:30 a. m. 

Hola, buenas noches, si es que pueden ser buenas… al menos para mí no, ya no quiero seguir aquí. Las agresiones aumentan por parte de él, tanto físicas como verbales, y lastiman mi cuerpo y mi alma. Sé que eso ya no es amor, quiero irme, pero tengo miedo de que no me deje ir. 

Ayer vino una vecina a visitarnos y me vio el morado que tengo en mi cara. Me preguntó qué me había pasado, él me volteo a ver y tuve miedo, así que le dije que me había caído trayendo leña para el fogón y con una rama me lastimé. No sé si me creyó porque la verdad quería decirle que no había sido un accidente y que me ayudara, pero no pude, me ganó el miedo y ella se fue. Él me dijo que me siguiera portando bien y que no pasaría nada. No pude evitar llorar, como no puedo evitarlo ahora escribiendo esto. Bueno, ya me voy a acostar, no quiero que se dé cuenta de que estoy despierta y ya no sé de qué más sea capaz. Desconozco totalmente el hombre de quien me enamoré.

Martes 7 de agosto del 2001 

5:40 p. m. 

Buenas, quiero contarte que tomé la decisión de dejar a Héctor. El lunes en la tarde me había encerrado en la pieza y allí entendí de que no debía seguir viviendo con un monstruo que, en vez de cuidarme, me hacía daño. Pensé cómo salir de allí, porque desde que estamos mal me tiene encerrada en la casa y no encontraba cómo, pero tenía que irme. Ya casi era de noche y él pronto llegaría, así que busqué cómo subirme en el cajón, me trepé por las vigas del techo y me bajé por el lado del baño que era la parte más fácil de bajarme. Salí, corrí, pasé la quebrada de prisa con miedo de encontrarlo. Pasé los potreros ya casi en oscura hasta que llegué donde la vecina que nos visitó la vez pasada. 

Me dijo que qué había pasado, por qué estaba a esas horas de la noche andando por ahí. Entré y me dio un vaso con agua. Me tranquilicé un poco porque estaba temblando y sudando frío. Me ardieron los pies, los miré y los tenía todos rallados por la cortadera que hay en el pasto. Le conté la verdad y dijo que ella sabía que ese morado no me lo había hecho de un golpe, pero que mejor no preguntó nada más para evitar inconvenientes; que no me preocupara, que ella junto a su esposo me iban a ayudar para que le pusiera una demanda porque eso era violencia física, psicológica y emocional, y eso era un delito. Además, siendo yo menor de edad, con más veras. 

—Sí —dije entre lágrimas. Esa noche me quedé allí. 

Al otro día fuimos al pueblo y pusimos la demanda a Héctor por violencia física, psicológica y moral. Dijeron que no me preocupara, que ellos se encargaban y que, si me llegara a buscar, que los llamara.

Esa tarde volví a la casa de mamá. Estaba sentada en el corredor. En el momento en que la vi en mi mente pasó cada instante que vivimos juntas, me di cuenta de que ella es la única que realmente merece todo mi amor, respeto, lealtad y compañía. Cuando me vio llegar, corrió, me abrazó y lloramos juntas. Me dijo que por qué me había ido y la había dejado sola, pero que eso ya no importaba, que ya estaba en casa de nuevo con ella y era lo único que importaba. Me sentí tan feliz y segura de nuevo en los brazos de mi vieja que eso no lo cambiaría por nada en el mundo. 

Le conté todo lo que había pasado conmigo en esos meses, de lo que viví con Héctor y le dije que no me arrepentía de haber confiado en el amor, pero que sí estaba segura de que no lo volvería a hacer sin conocer bien a alguien y sin contar con ella jamás en la vida. 

Viernes 7 de septiembre de 2001

4:45 p. m

Me encuentro aquí debajo de un árbol recostada sobre su raíz, admirando cómo con el pasar del tiempo el sol se va escondiendo tras las montañas creando el paisaje más hermoso. Recordé las palabras que me dijo mi abuela y me di cuenta de que tenía razón, que el jardín que él un día sembró hoy solo es un cementerio de rosas que murieron por el abandono de su jardinero, que no supo apreciar y cuidar la belleza de esas rosas. 

Después de todo lo que viví en este tiempo, me di cuenta de que el amor es un sentimiento muy bonito cuando es correspondido, pero durante los años se ha creído que la mujer debe casarse y someterse a las condiciones de su pareja, y aceptar todo esto solo por no ser juzgada ni discriminada por una sociedad machista que, en nombre del amor y aprovechándose de este sentimiento, nos ha sometido a vivir bajo la sombra de ellos, haciéndonos creer que no somos capaces de construir una vida digna por nuestros propios medios, ya que siempre nos han creído débiles. 

No podemos cambiar la historia, pero sí escribir una nueva nosotras mismas. Una historia donde los sueños se hacen realidad y podemos lograr todo lo que nos proponemos, porque somos mujeres empoderadas y llenas de amor con ganas de construir nuestra propia vida al lado de alguien que realmente entienda que somos su compañera y no un objeto que puede manipular a su antojo, porque no lo somos.

El amor es un jardín de rosas o de flores que hay que cuidar, pero nosotras como mujeres no podemos ser asociadas al jardín de rosas. No somos una flor o una rosa porque no dependemos del cuidado de alguien más, sino del de nosotras mismas. Además, no todas “somos delicadas como una rosa”. Si bien algunas mujeres son delicadas, otras no lo son; otras son como el roble y otras pueden ser flor y roble a la vez. 

Pensar en el amor como un jardín de rosas que sin cuidado se marchita ayuda a que los hombres aprendan del cuidado. Y a nosotras nos recuerda que florecemos espontáneamente y que buscamos por instinto la felicidad y la luz. La felicidad no solo la podemos buscar junto a alguien, sino que la podemos encontrar por nuestra propia cuenta y en nosotras mismas. Cada mujer puede ser feliz ella misma y con ella misma.