Las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, particularmente desde el inicio de la administración Trump, han generado a nivel internacional, y en América Latina y el Caribe en particular, una serie de contradicciones y empujado a los gobiernos en la región a reflexionar si deben priorizar una relación estratégica y de largo plazo con Estados Unidos o con China.
Desde inicios del siglo XXI uno de los acontecimientos socioeconómicos “glocales” más relevantes ha sido la creciente presencia de la República Popular China -China en lo que sigue- en prácticamente todos los ámbitos imaginables: desde el consumo de baterías eléctricas y camisas, pasando por los productos eléctricos y autopartes, hasta las telecomunicaciones y películas. También destaca por su reducción sustantiva de la pobreza y su incremento en la huella global. Según el Fondo Monetario Internacional, China se ha convertido en la principal economía, y desde 2014, en el exportador e importador internacional más dinámico en la última década, por encima de Estados Unidos.
Las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, particularmente desde el inicio de la administración Trump, han generado a nivel internacional, y en América Latina y el Caribe (ALC) en particular, una serie de contradicciones y han obligado a los gobiernos en la región a reflexionar si deben priorizar una relación estratégica y de largo plazo con Estados Unidos o con China.
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Globalización con características chinas y la respuesta de la Administración Trump
Al menos desde 2013 el presidente chino Xi Jinping viene presentando propuestas en el marco de un “proceso de globalización con características chinas”, es decir, como un proyecto en construcción con ambiciones globales y como alternativa explícita al proceso de globalización realizado bajo el liderazgo estadounidense, conjuntamente con Europa, Japón y otros desde la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en 1944. En 2013, China dio a conocer la iniciativa de Una Franja-Una Ruta, después conocida como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Desde entonces, China ha realizado diversos llamados para construir una “comunidad con un destino común”, en palabras del presidente Xi. Esta creciente presencia global también se ha reflejado en el aumento de actividades y responsabilidades de China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; en el reconocimiento de la relevancia de China en el sistema financiero internacional mediante la participación desde 2016 del renminbi en la canasta de monedas que componen los derechos especiales de giro (sdr, por sus siglas en inglés), y en un creciente liderazgo en el G20. En este ámbito internacional, BRI tiene como objetivo central incrementar la cooperación de China con Asia, África y Europa y formalmente desde 2018 también con ALC. La iniciativa menciona específicamente cinco vínculos: políticas; caminos y carreteras; comercio; tipo de cambio y de pueblo-pueblo. El establecimiento del Nuevo Banco de Desarrollo con los países brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), así como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (aiib, por sus siglas en inglés) son potentes instrumentos de esta estrategia global; también existen otros instrumentos, como los Institutos Confucio en el ámbito cultural, y un claro énfasis en proyectos de interconectividad e infraestructura.
Dos aspectos adicionales recientes son importantes para comprender a China desde una perspectiva latinoamericana. Por un lado, la omnipresencia del sector público en China, en donde el gobierno central, provincia, ciudades y municipios persiguen con una perspectiva de largo plazo objetivos comunes y, al mismo tiempo, compiten entre sí [1]; este sector público es dueño de un muy pequeño grupo de empresas que inciden en muchas cadenas de valor, como la bancaria y servicios y autopartes-automotriz, y aportan casi 50% del Producto Interno Bruto chino. Esto permite un proceso altamente competitivo bajo la propiedad pública y el liderazgo del Partido Comunista Chino. Por lo tanto, los países latinoamericanos interactúan con una institución – el sector público chino – que por el momento difícilmente les resulta comprensible. En segundo lugar, las conclusiones del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCC) a finales de 2017 y las dos sesiones de marzo de 2018 – la XIII Asamblea Popular Nacional (APN) y la del XIII Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh) – son significativas ya que permiten una visión socialista con características chinas de largo plazo hasta 2035 y 2050.
En ALC, un grupo de iniciativas llaman la atención: dos “libros blancos” (de 2008 y 2016), así como el marco de cooperación “1+3+6”. Es decir, un plan: el Plan de Cooperación 2015-2019 en el ámbito del Foro de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), más tres fuerzas propulsoras: comercio, inversión y cooperación financiera, más seis campos clave de la cooperación, que incluyen: energía y recursos, obras de infraestructura, manufactura e innovación científico-técnica; esta estrategia se concretó en los Planes de Trabajo del Foro CELAC-China de 2015-2019 y 2019-2021 con cientos de propuestas específicas de cooperación de largo plazo sobre el intercambio cultural y académico, temas políticos bilaterales y multilaterales, cooperación en comercio, inversión, ciencia y tecnología, en materia ambiental, turismo, energía e infraestructura, con propuestas para la transferencia de tecnología y la creación de parques de alta tecnología y de Zonas Económicas Especiales en ALC, así como en sectores (aeroespacial, de la información y comunicación) con fondos y financiamiento específicos.
La reacción del “viejo rico de la aldea global” fue fulminante: el gobierno de Obama dio vida al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés). Con éste se buscaba crear explícitamente una barrera en contra de la creciente influencia china; Trump lo canceló como una de sus primeras medidas.
Las tensiones entre ambos países van mucho más allá de la “guerra comercial”. Por un lado, en Estados Unidos se ha presentado un cambio estructural con respecto a China. Históricamente el sector público y particularmente su legislativo- había sido más crítico de China, mientras el sector privado y los organismos empresariales habían sido más abiertos en areas de beneficiarse del comercio y opciones de inversión. Desde 2018 la creciente competencia de China en sectores como inteligencia artificial, electrónica, telecomunicaciones y proyectos de infraestructura ha generado una áspera crítica por parte de los organismos empresariales estadounidenses hacia China. La participación de las exportaciones de nivel tecnológico medio y alto de China a Estados Unidos más que se duplicó durante 1995-2017, mientras que la participación de las importaciones chinas de EU aumentó apenas ligeramente, haciendo crecer la brecha tecnológica vis a vis China. Por otro lado, según el vicepresidente Pence, ambos países se encuentran en una “competencia de grandes potencias” y Estados Unidos tomará múltiples medidas como el control de inversiones chinas en EEUU y el control de exportaciones a China para impedir la creciente presencia China. El Secretario de Estado Pompeo, de igual forma, también señaló que minimizará su relación con países como El Salvador, Panamá y República Dominicana debido a su reciente reconocimiento diplomático de China (cosa que Estados Unidos hizo en 1979), mientras que el ex jefe de estrategia de Trump, Steve Bannon, recientemente destacó en el Washington Post que ahora es el momento de que el “poder hegemónico global” inicie “una guerra económica y estratégica de largo alcance” en contra de China, considerando también el momento político y el crecimiento económico de Estados Unidos.
El “viejo rico de la aldea global” exige entonces crecientemente una relación excluyente: o con Estados Unidos o con China.
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Estructura de la relación socioeconómica entre América Latina y el Caribe con China
En el caso de México, la relación con China ha sido extremadamente relevante en su comercio bilateral, incrementando su presencia de menos del 1% del comercio mexicano hasta 2000 al 9.74% en 2018 y particularmente a través de sus importaciones: en 2018 la relación importaciones exportaciones fue de 11.2 (es decir, México importó 11.2 unidades y exportó una). Así, la relación con el segundo socio comercial desde 2003 -y teniendo como consecuencia la rápida caída en la participación del comercio con Estados Unidos- se ha concentrado vía importaciones particularmente en cadenas globales de valor de la electrónica, autopartes, automóviles y otros productos manufacturados. Las importaciones chinas no sólo han desplazado a otras importaciones - particularmente de Estados Unidos -, sino que también a productores establecidos en México. Durante 2000-2017, México perdió más de 340,000 empleos como resultado de las importaciones chinas, y a diferencia de otros países como Brasil [2], sólo 0.21% de Inversión Extranjera Directa (IED) que recibió México durante 1999-2018 vino de China. La IED china acumuló más de 5,800 millones de dólares durante el período y se concentró principalmente en los sectores manufactureros (equipo de computación y periféricos, así como autopartes), a diferencia de otros países latinoamericanos.
El financiamiento de China a México ha sido, por el momento, ínfimo y no acumula siquiera 100 millones de dólares, a diferencia de otros países latinoamericanos como Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador (ver). La falta de concreción por parte de las instituciones mexicanas y chinas responsables, así como el acceso internacional a financiamiento por parte de las empresas y el gobierno mexicano son algunas de las causas.
Por último, y en el ámbito de la infraestructura, la participación china ha sido extremadamente limitada: en los últimos años dos proyectos de infraestructura fueron cancelados – el tren rápido Ciudad de México-Querétaro y la hidroeléctrica Chicoasén II en Chiapas – aunque es probable que las empresas chinas participen en el futuro en nuevas licitaciones. Sin embargo, y a diferencia de otros países de ALC, la presencia china en proyectos de infraestructura es nula (véase).
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Aspectos coyunturales entre México y China
Durante la última visita del presidente Xi Jinping a México en 2013 se acordó una “asociación estratégica integral” que, por el momento, ninguna de las partes ha sabido concretar.
El tema no es menor para México y la actual administración. Sin embargo, y hasta noviembre de 2019, pareciera que el nuevo gobierno y el presidente Andrés Manuel López Obrador no han sabido abordar un acercamiento con la economía más grande del mundo: su potencial económico, en comercio, inversión, proyectos de infraestructura y financiamiento es enorme, así como en los rubros de atracción de turismo, transferencia de tecnología y en la cultura y el intercambio académico. Aparentemente han decidido no recibir inversiones ni proyectos de infraestructura de China. Si es por decisión propia o por presiones de Estados Unidos no queda claro, pero el jefe de la Oficina de Presidencia, así como los responsables en la Cancillería de las negociaciones del TMEC, entre otros, han planteado explícitamente que las actividades chinas en México no son bienvenidas, consonando con expresas declaraciones de altos funcionarios estadounidenses. Para el proyecto de la nueva refinería Dos Bocas ni siquiera fueron invitadas empresas chinas y tampoco han sido por el momento consideradas para el proyecto Tren Maya, dos de los megaproyectos planeados por el gobierno López Obrador.
Existen en México múltiples diagnósticos y análisis por parte de instituciones empresariales y académicas sobre China en cuanto a estrategias e instrumentos puntuales a ser llevados a cabo durante 2019-2024 en los ámbitos ya mencionados, pero el Ejecutivo no ha tomado claras y coherentes medidas: China lleva más de una década solicitando su reconocimiento de economía de mercado en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio (OMC), además de la propuesta de que México firme un Memorando de Entendimiento en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y su membresía en el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura; la nueva administración mexicana no se ha pronunciado sobre ninguno de estos casos. Adicionalmente, el proyecto de infraestructura Chicoasén II en Chiapas -cancelado en 2018- por más de 300 millones de dólares y teniendo como a su principal cliente a la Comisión Federal de Electricidad (siendo su proveedor la empresa china Sinohydro), tampoco se ha resuelto; la propia CFE, la Cancillería y la Embajada de China en México hasta la fecha no han propuesto una solución.
La presidencia de México de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños durante 2020 reflejará las iniciativas y estrategias del nuevo gobierno mexicano, de una u otra forma.
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Conclusiones
Es comprensible que México dedicara la mayor atención a Estados Unidos. Este país tiene todavía una significativa presencia económica en México; además la Administración Trump ha lanzado múltiples embates y chantajes a la economía y la migración. El gobierno mexicano se esforzó mucho, y buscó, con éxito la firma del Tratado de México, Estados Unidos y Canadá (TMEC). Aún así, es indispensable y urgente que México tome decisiones estratégicas y de largo plazo con China. No tener fuertes relaciones con China no es una opción, ni para México ni para el resto de ALC.
Existen importantes diagnósticos y docenas de propuestas que por el momento no han sido consideradas.
China no sólo es la mayor economía global, sino que también presenta una propuesta global para ALC y México en ámbitos muy específicos. La presión de la Administración Trump seguramente persistirá en el futuro, pero ceder ante la misma no es una opción para ALC y México: China ya es el segundo socio comercial de ALC y con una presencia masiva en múltiples ámbitos; ALC tendrá que buscar un equilibrio entre ambas potencias y sus crecientes desencuentros en el comercio, la inversión, pero también en la educación y hasta en ámbitos militares.
ALC y México requieren de un mucho mayor conocimiento institucional – en los sectores público, privado y académico, entre otros – sobre la propia China y sus propuestas. De otra forma tomarán medidas inadecuadas e ignorantes ante las constantes coyunturas, como la actual vinculada con la carrera por el desarrollo de la red 5G y la empresa Huawei, y las presiones estadounidenses de no permitir el ingreso de empresas chinas en telecomunicaciones (e infraestructura, inversión, etc.).
En esta “nueva relación triangular” Los países ALC tienen la opción - también con la participación de Europa, Japón y la propia región- de tomar decisiones de desarrollo -ambientales, para incrementar la calidad de vida de su población, reducir la pobreza y permitir un escalamiento tecnológico- en el largo plazo, con Estados Unidos y China.
Bibliografía
Anguiano Roch, Eugenio. 2018. “El 19 Congreso Nacional del Partido Comunista Chino”. Cuadernos de Trabajo del Cechimex 1, pp. 1-24.
Dussel Peters, Enrique. 2015. “The Omnipresent Role of China´s Public Sector in Its Relationship with Latin America and the Caribbean”. En, Dussel Peters, Enrique y Ariel C. Armony (coord.). Who are the actors in the Latin America and Caribbean-China Relationship? Red ALC-China y Friedrich Ebert Stiftung, Buenos Aires, pp. 50-72.
Gransow, Bettina. 2015. “Chinese Investment in Latin American Infrastructure: Strategies, Actors, and Risks”. En, Dussel Peters, Enrique y Ariel C. Armony (coord.). Who are the actors in the Latin America and Caribbean-China Relationship? Red ALC-China y Friedrich Ebert Stiftung, Buenos Aires, pp. 86-116.
Long, Guoqiang. 2015. “One Belt, One Road”: A New Vision for Open, Inclusive Regional Cooperation”. Cuadernos de Trabajo del Cechimex 4, pp. 1-8.
Nolte, Detlef. 2018. “China is Challenging but (still) not Displacing Europe in Latin America”. Giga Focus 01, febrero.
Xi, Jinping. 2014. “Build a Community of Shared Destiny for Common Progress. Keynote Speech by H. E. Xi Jinping, President of the People´s Republic of China at China-Latin American and Caribbean Countries Leaders Meeting”. Ministry of Foreign Affairs of the People´s Republic of China, july 18.
Xi, Jinping. 2015. “Xi stresses global community of shared future”. Xinhuanet, septiembre 3.
[1] La reflexión invita a considerar el concepto de “sector público” en China –las SOEs (state-owned enterprises), por ejemplo, pueden definirse como un muy pequeño grupo de empresas propiedad del sector público- que cuenta con una participación cercana al 50% del PIB de China y con una “omnipresente” incidencia y presencia en cadenas de valor como la bancaria y servicios y autopartes-automotriz entre otras (Dussel Peters 2015).
[2] Durante 2000-2017, adicionalmente, México perdió más de 340,000 empleos como resultado de la relación con China, y a diferencia de otros países como Brasil (véase).