De Hidroituango, centro e indiferencia

Hidroituango es como otros tantos, un ejemplo de la dificultad que, como país, tenemos para aproximarnos a nuevas formas de desarrollo.
La falla que en mayo de 2018 pone a Hidroituango bajo la mirada de toda Colombia, reveló lo que algunos venían denunciando desde el territorio: la imposición de un proyecto que, por encima de la sensatez del procedimiento, no contó con análisis de alternativas (diagnóstico ambiental de alternativas) por encima de la transparencia, inició algunas obras sin modificar la licencia ambiental; por encima de la incertidumbre científica, justificó el daño al medio ambiente y lo más grave: pasando por encima de la gente, de su arraigo, de su íntimo conocimiento del territorio, de su sufrimiento por años de violencia y de su cultura, inundó el cañón del río Cauca.

Ante el desastre de mayo una parte del país, una muy pequeña, cuestionó los métodos: la contratación y el manejo de la obra y otra, aún más pequeña, se sumó a las voces de las comunidades que han advertido sobre los impactos, las irregularidades y atropellos del proyecto y venían exigiendo la suspensión de las obras y el desmonte.

Se hacen visibles dos posiciones, una que representa una forma, hoy anacrónica, para desarrollar proyectos hidroeléctricos de grandes magnitudes, represando cuencas de orden nacional y alterando grandes flujos de materia, energía y de vida; y otra que se opone a que el proyecto se construya. Nadie califica la primera como una posición extrema, pero desde una parte de ésta se estigmatiza a la otra: a la que se resiste, dirían quienes “polarizan”. Como si asumir esta posición representara una amenaza.

Aquí no hay posición de centro. Hay solo una disyuntiva: completar o no el proyecto. No es el centro permitir las obras y buscar en los rincones algún chivo expiatorio. No se hace menos daño con modificar o adaptar la obra. No hay centro.

Sirve esto para dar una mirada a la importancia de los polos, de los extremos, no de los extremistas o dogmáticos. No puede definirse centro si no hay extremos. La “ventana de Overton” define una zona entre extremos en los que la sociedad enmarca lo que considera aceptable y define sus políticas; si esta ventana está ubicada hacia un extremo, por ejemplo, el que propende por continuar con el mismo modelo, el rango de lo que se considera socialmente aceptable se inclinará, peligrosamente, hacia ese lado. No cuestionar entonces la continuidad de Hidroituango es avalar la visión y la política que como país permite que este tipo de proyectos se repitan a pesar de sus errores: Urrá, el Quimbo y ahora Hidroituango. Visión y política que hacen parecer normal que, tanto el gobierno anterior como el actual (que se muestra urgido de que Hidroituango entre en operación) no plantearán, ante la emergencia, ninguna posición crítica (más bien autocrítica) para defender los derechos de los colombianos.

En general y no obstante que, de dientes para afuera, proclamamos la defensa de lo ambiental en realidad somos permisivos e indiferentes ante el daño o sucumbimos ante el interés económico. Tibios. Tibio el Concejo de Medellín que ve la emergencia como una amenaza para los ingresos de la ciudad y se pliega a los planes de EPM para recuperar el proyecto. Tibia la Unidad de Gestión de riesgo que entregó el control de la emergencia al que la causó. Tibia la ANLA que no hace exigencias claras y de fondo y le entrega el desarrollo del plan de contingencia a EPM.

Ocho meses después de la emergencia nos notifican que detectaron, en uno de los túneles que conectan con la casa de máquinas y que han tenido que usar para evacuar el caudal, una cavidad (de al menos 18 metros) y que van a maniobrar una compuerta para reducir el caudal de descarga; con lo que nos confirman que no tienen control del proyecto, que el macizo rocoso como han dicho los expertos, no es estable y genera amenaza y principalmente, nos confirman la importancia y pertinencia – la imperiosa necesidad- de cuestionar como sociedad la continuidad el proyecto.

Vea el documental Hidroituango, poder, violencia y daño



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