La lucha para la conservación de un paraíso terrenal

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Mi abuelo William, un campesino amable, humilde, que ha dedicado gran parte de su vida al trabajo en el campo, es un hombre sabio y experimentado con un profundo conocimiento de la tierra y las labores agrícolas. Su vida está marcada por la conexión con la naturaleza, el respeto por los ciclos de siembra y cosecha, y el amor por la tierra que cultiva. Él es un gran ejemplo de tenacidad, paciencia y perseverancia; con ello logra transmitirme los valores del trabajo, la humildad y la gratitud hacia la naturaleza. 

Siempre lo he admirado porque, a pesar de haber crecido en un entorno machista donde la mujer lo debía hacer todo en la casa, él, después de que se casó, aprendió ciertas labores del hogar y participa de ellas junto a mi abuela lavando loza o incluso cocinando, de tal manera que crecí en un hogar donde ni el hombre era superior ni la mujer era minimizada, lo que me dio más seguridad cuando decidí asumir un trabajo de liderazgo y participación en los conflictos del territorio al igual que él.

Tiene una hermosa finca llamada La Helena, rodeada de café y de exuberantes montañas. Ese pedacito de tierra es un oasis de tranquilidad y belleza natural. Los campos de café se extienden hasta donde alcanza la vista con sus brillantes hojas verdes y los aromas dulces de los árboles frutales y las matas de plátano que llenan el aire. Los jardines están llenos de flores coloridas, creando un ambiente vibrante y lleno de vida; con ellos, el inigualable canto de las diferentes aves hace de la finca un maravilloso escenario para disfrutar de sus conciertos durante todo el día. En ella se pueden evidenciar el trabajo y la pasión con los que mi abuelo cuida y protege su territorio. 

La finca está ubicada en la vereda Vallecitos, una de las veredas más lindas que tiene Jericó, un magnífico municipio del Suroeste antioqueño conocido por su arquitectura colonial y sus paisajes montañosos; además, es reconocido por ser el lugar de nacimiento de la primer santa de Colombia: santa Laura Montoya Upegui. El pueblo cuenta con una variedad de restaurantes, cafés y tiendas de artesanía donde los visitantes pueden disfrutar de la gastronomía local, como lo son las luisas, el postre jericoano y los confites de cardamomo, y también adquirir productos hechos a mano como el carriel o guarniel.

Finca La Helena, vereda Vallecitos

Finca La Helena, vereda Vallecitos Fotografía: Lina María Velásquez

Vereda Vallecitos

Vereda Vallecitos Fotografía: Ana Sofía Loaiza Gaviria

Este terruño está rodeado por las imponentes montañas que lo abrazan de tranquilidad y calma. Sus cristalinas aguas lo nutren de fertilidad y abundancia, y su variedad alucinante de fauna y flora es la mejor compañía al momento de recorrer sus veredas. Sus coloridos balcones y casas campesinas te hacen sentir como si estuvieras en un lugar soñado, un lugar en el que siempre quisieras estar. Sus habitantes, conocidos como “jericoanos”, con su amabilidad y simpatía te hacen sentir como si fueran tu familia.

Este terruño está rodeado por las imponentes montañas que lo abrazan de tranquilidad y calma. Sus cristalinas aguas lo nutren de fertilidad y abundancia, y su variedad alucinante de fauna y flora es la mejor compañía al momento de recorrer sus veredas. Sus coloridos balcones y casas campesinas te hacen sentir como si estuvieras en un lugar soñado, un lugar en el que siempre quisieras estar. Sus habitantes, conocidos como “jericoanos”, con su amabilidad y simpatía te hacen sentir como si fueran tu familia.

Es un lugar vibrante en términos de cultura y tradiciones. El pueblo cuenta con festivales y eventos llamativos y apetecidos, como la Semana Santa y el Festival de la Cometa, además del Hay Festival. Estas celebraciones llenan las calles de música, bailes, comida típica y actividades culturales, creando un ambiente animado y festivo. Además, Jericó es conocido por su comunidad activa y participativa, con una gran cantidad de organizaciones y grupos que promueven el arte, la música, el deporte y la preservación del patrimonio y el medio ambiente. Todo esto es lo que hace de Jericó un verdadero paraíso terrenal.

Parque principal de Jericó

Parque principal de Jericó Fotografía: Lina María Velásquez

Al lado de Vallecitos, está la vereda La Soledad. Allí se encuentra uno de los miradores más hermosos del municipio; desde allí podrás observar la inmensidad de las montañas, algunos municipios como Santa Bárbara, Venecia, específicamente el cerro Tusa (la pirámide natural más grande del mundo), Fredonia y la extensión del río Cauca. Es un lugar perfecto para conectar con la naturaleza y admirar su inmensidad.

Mirador La Soledad

Mirador La Soledad Fotografía: Ana Sofía Loaiza Gaviria.

A mi abuelo William le había tocado con su comunidad, hace aproximadamente 10 años, alzar su voz en la defensa de su territorio por la amenaza de la multinacional minera AngloGold Ashanti, que llegó con la intención de extraer cobre y oro de sus montañas por medio de túneles. Él había pasado de trabajar su tierra, de pensar en la producción de sus cultivos y de programar su cosecha de café a convertirse además en un líder defensor de su territorio preocupado por lo que la multinacional minera pretendía hacer en él. 

Crecí en medio de marchas, plantones y manifestaciones pacíficas donde siempre mi abuelo y la comunidad, tanto hombres como mujeres, eran partícipes de escenarios que visibilizaban la lucha por el territorio e incluso las Misioneras de la Madre Laura, que lo hacen impulsadas por el valor que les daba su fundadora, la madre Laura Montoya Upegui, al agua y a la tierra, lo cual plasma en su libro Voces místicas de la naturaleza. En medio de todo, la comunidad desde un inicio ha expresado que su inconformismo con la llegada de la multinacional se basa en que el trabajo digno es la agricultura, el desarrollo es priorizar la preservación y cuidar la naturaleza, y la sostenibilidad es conservar la tradición de su territorio. Trabajo digno, desarrollo y sostenibilidad es lo que promete la multinacional AngloGold Ashanti, pero plantea el significado de estas palabras en medio de su obsesión avara por destruir nuestro territorio, sin entender que en el territorio no se quiere cambiar la vocación agrícola por minera y no se quiere cambiar el agua por el oro, porque lo que ha hecho sostenible a Jericó son sus tierras fértiles. 

Las manifestaciones son acontecimientos donde la comunidad defensora del territorio se une para trabajar en equipo y alzar la voz por la conservación de sus vocaciones y tradiciones. A pesar de que en las personas haya zozobra, tristeza, rabia e incertidumbre, también se convierten en espacios de unión porque se da la oportunidad de que hombres y mujeres agraden los lugares cocinando un rico sancocho o fritando unos deliciosos chicharrones, mientras se comparten historias o experiencias y juntos visionamos el futuro agroecológico que soñamos para nuestro territorio. 

También crecí viendo cómo a mi abuelo, mientras estaba en sus labores cotidianas, ya sea embolsando sus plátanos, cogiendo café o cuidando los cerdos y las gallinas, le tocaba dejarlas a un lado para ir a enfrentar alguna situación que se presentara con la multinacional, porque entre más pasa el tiempo, más angustia hay por los actos inesperados y descarados de la multinacional en su insistencia de socavar nuestras montañas ricas en agua, por ejemplo, pretende instalar plataformas mineras en las veredas Vallecitos y La Soledad, ambas cercanas a viviendas, e intenta instalarlas a escondidas de la comunidad.

Entre todo eso me fui involucrando cada vez más. Cada vez me parecía más injusto ver cómo mi abuelo y parte de la comunidad vivían en zozobra por una multinacional extraña, ajena de la tradición y las costumbres de nuestro municipio. Crecí viendo en mi abuelo un gran líder defensor de las imponentes montañas que, me ha contado tanto, había caminado en su niñez, de las cristalinas aguas que le habían permitido y le permiten la abundancia de su cosecha, y de la fauna y flora que tanto admira y anhela conservar. Hoy en día, yo también defiendo esto porque me siento honrada al poder decir que soy de Jericó, un gran paraíso terrenal.

Al ver el gran trabajo de defensa de mi abuelo y la angustia que sentía por la presencia de la multinacional en el territorio, me quise involucrar también y como mujer joven alzar la voz por el legado que mi abuelo me quiere dejar, por el paraíso terrenal que desea que yo en mi futuro siga disfrutando y el que yo también quiero conservar. 

A mis 15 años comencé a involucrarme en los espacios y colectivos de jóvenes que ya había en la región, porque esta no es solo mi lucha ni la de mi abuelo: es la lucha de muchos y muchas por la preservación de las tradiciones y el encanto del territorio. 

Desde que hago parte directamente de esta lucha (digo directamente porque a la larga crecí en medio de ella) me ha tocado vivir cosas y llevar procesos que jamás imaginé. Tener que asumir, como mujer joven, el entablar procesos jurídicos con personas de la comunidad y trabajadores de la empresa minera, tener conflictos en el colegio por mi oposición al proyecto minero, hacer visibles en diversos espacios públicos las injusticias que los campesinos y campesinas viven cada día por culpa de la multinacional, y en medio de todo esto sentirme orgullosa porque el gran sentido de pertenencia que tiene la comunidad por su territorio ha podido por más de 10 años evitar que una gran multinacional minera como lo es AngloGold Ashanti invada mi territorio. Esto es suficiente aliento para cada día continuar trabajando en esta defensa.

Con todas estas situaciones que he vivido, a veces resulta casi increíble que, cuando estoy haciendo conocer de este tema a otras personas que no son del territorio, sientan más indignación, tristeza y angustia por lo que pueda pasar en Jericó si se llega a dar el proyecto minero que algunas personas que, viviendo en él, creen en los espejismos que les plantea la multinacional o simplemente caen también en la avaricia que invade a la empresa, sin pensar en que esto podría costar el legado y la tradición única e inigualable de nuestro municipio. 

Aunque no sea justo que los y las campesinas estemos en esta lucha para que no nos cambien la tradición, la vocación y el paisaje, este proceso también me llena de felicidad y orgullo al ver el sentido de pertenencia que tiene la comunidad defensora por su territorio, el amor con el que habla de los paisajes, de lo que desea que siga siendo, cómo se siente agradecida con la naturaleza por lo que les ha permitido tener y cómo anhela que mi generación y las futuras sigamos cuidando de lo que tenemos, porque, cada vez que se escucha hablar a un campesino o campesina, se nota lo agradecido y afortunado que se siente de vivir y poder tener un pedacito de tierra en un gran paraíso terrenal.

Toda esta lucha ha influido tanto en mi vida que ha forjado mi carácter. Me ha hecho entender las grandes capacidades y aptitudes que tengo como mujer porque, aunque a veces suele ser frustrante llevar una lucha contra una multinacional con gran músculo financiero, que tiene poder político en este país y dinero suficiente para comprar gobiernos, medios de comunicación, personajes con influencia en redes sociales para estigmatizar a los campesinos y los procesos de defensa, esta situación me ha permitido conocer y acercarme a grandes mujeres como lo son las de mi territorio. Ellas, siendo madres, amas de casa, caficultoras y la comunidad de las Lauritas (quienes han sido abiertamente atacadas por su oposición al proyecto), motivan a seguir adelante en esta causa por lo valientes que han sido en la defensa del territorio y por lo perseverantes que son, y porque son una muestra de que como mujeres también podemos alzar la voz.

En medio de esta lucha, desde muy pequeña me empiezo a plantear cuál quería que fuera mi futuro profesional, uno que incidiera en la defensa de mi territorio, por ello, en este momento estudio Derecho, para seguir defendiendo mi hogar y la comunidad de manera profesional teniendo el conocimiento jurídico para la protección del campesinado, sujeto de especial protección. Esta lucha aún no ha terminado, esta lucha continúa hasta salvar nuestro territorio de convertirse en un distrito minero; esta lucha continúa hasta que el agua, el territorio y la vida en todo aspecto le ganen al capitalismo ambicioso que quiere invadir nuestro terruño… nuestro PARAÍSO TERRENAL.