
Mi abuela es una mujer maravillosa que con sus vivencias me inspira a ser valiente. Ella es un ejemplo a seguir por su valentía para enfrentarse a las diferentes situaciones adversas que se le presentan cada día. Sus arrugas son evidencia del recorrido y trasegar por la vida, y sus canas son el reflejo de sus sabidurías y conocimientos.
Mi abuela es oriunda de la comunidad de Cañaverales, ubicada en el sur de La Guajira, departamento de Colombia. Según mi abuela, este es un lugar mágico que está lleno de historias y anécdotas por contar. Para mi abuela, este no solo es un lugar geográfico más en nuestro planeta Tierra, este espacio conforma sus lugares territoriales, en los cuales ha construido su identidad cultural, producto de la interacción con cada uno de ellos, que le ha proporcionado vivencias que perduran en su memoria.
Esta interacción con los lugares paisajísticos que le brinda el espacio geográfico de la comunidad de Cañaverales ha creado un fuerte vínculo entre mi abuela y la madre tierra, entretejiendo así su amor por el territorio cañaveralero. Es así que les puedo decir que mi abuela ha tenido una fuerte relación con la madre tierra, principalmente con el territorio y el agua, a través de un hermoso manantial de aguas cristalinas que les da vida desde hace muchos años y está rodeado de un inmenso bosque seco tropical lleno de diferentes especies fantásticas, como lo es el mono aullador.
Mi abuela me cuenta que este animal tiene la costumbre de aullar todas las mañanas, durante todo el año, para dar a conocer que está en su territorio y que debemos respetarlo. El manantial de Cañaverales es considerado un lugar sagrado desde el momento en que se creó la comunidad. Según relatos de mi abuela, en tiempos pasados solo los hombres podían ingresar a este lugar para realizar las actividades de pesca. Para las mujeres no estaba permitido el ingreso al manantial, solo podían ir a las acequias asignadas para ellas: lugares donde se llevaba a cabo la recolecta de agua para el consumo y las actividades domésticas. Mi abuela se levantaba a las 4 de la mañana con una tinaja en la cabeza entre lo oscuro y claro del día; de esta manera encontraba las acequias con un ritmo tranquilo y claro para poder recolectar el agua para todo un día. Lo más divertido para ella fue compartir historias y anécdotas con otras mujeres mientras lavaban la ropa, utilizaban el famoso jabón artesanal llamado Potasa, que era hecho por mujeres de la comunidad a base sebo de ganado; luego de lavar con este jabón, hervían la ropa blanca en la olla más grande de la casa. Así la ropa les quedaba más limpia y con buen olor.
Un dato muy importante entre los relatos de mi abuela referente a la cultura del agua es que el uso de estas acequias se organizaba de la siguiente manera: la acequia Atollosa, la acequia El Cequioncito, la acequia La Pica. En la actualidad todas estas acequias son mixtas, concurridas por habitantes del territorio y turistas. A pesar de que los hombres fueron los primeros que tuvieron una relación directa con el manantial, fueron las mujeres las que se arraigaron fuertemente a esa conexión con este sitio sagrado.
En cuanto a la agricultura, mi abuela me comentó que los hombres son los que han predominado en este arte desde hace muchos años, aunque se podría decir que las mujeres de Cañaverales también ejercen este oficio: se han definido como guerreras y protectoras de sus hogares a través de la agricultura. Mi abuela es una de estas mujeres guerreras que ven la agricultura no como un trabajo, sino como una pasión, un espacio de relación, de unión entre familia. De esta manera, ella ha mantenido su hogar fuerte e inquebrantable ante cualquier situación.
La alegría más grande es cuando los cultivos de tomate son fructíferos y productivos, y eso se debe al agua del manantial y al amor que cada agricultor o agricultora le aporta a cada cultivo. Imagínate ese color rojo intenso de ese tomate que para nosotros solo significa trabajo y éxito. Lo mismo ocurre con los cultivos de yuca, el ají, la auyama, el melón, la patilla, el arroz, el guineo, el plátano y otra gran variedad de verduras y frutas. El fruto que predominaba años atrás era el tomate. Mi abuela me cuenta que muchos jóvenes y niños madrugaban para ir a recoger tomates, y su venta servía para comprar sus útiles escolares. Eran camiones repletos de tomates los que salían de la comunidad. Cañaverales tenía convenios con Fruco, por eso los agricultores sembraban grandes hectáreas de tomate. Luego, durante años se dejó de sembrar en grandes hectáreas este producto por unos tratados del Gobierno en ese entonces; también se sembraba la caña de azúcar, de ahí proviene el nombre de Cañaverales, ya que había grandes extensiones de caña para hacer la panela y exportarla a otras comunidades vecinas.
Todo esto aporta a que Cañaverales sea considerado como despensa agrícola y agropecuaria de todo el departamento de La Guajira. La vida de la agricultura en torno al agua ha sido una bendición para toda la comunidad. Tiene la fortuna de ser el único pueblo del departamento de La Guajira que tiene agua, que tiene vida, y eso es lo que las mujeres de Cañaverales han cuidado desde hace muchos años.
El folclor de Cañaverales siempre se ha relacionado con la música y la agricultura por el manantial de Cañaverales. En la comunidad existen 2 festividades muy importantes. La primera es el 15 de mayo, día de san Isidro Labrador, el patrono de los agricultores. Para esta fecha todos los agricultores de muchos lugares del país asisten a esa fiesta para hacerle sus peticiones al patrono en cuanto a sus cultivos, peticiones como que sus cultivos sean fructíferos durante el periodo de siembra. Hay una anécdota muy divertida sobre san Isidro: mi abuela me cuenta que una vez uno de los agricultores le robó la pala para que lloviera y durante todos esos días no dejaba de llover en Cañaverales, pero fue tanta la ira del patrono que tuvieron que devolver la pala porque estaba dañando otros cultivos. Gracias a él, los cultivos de Cañaverales son productivos durante todo el año. La otra festividad importante del territorio se llama el Festival de la Agricultura y la Guitarra, el cual se celebra el 18 y el 19 de diciembre desde hace 37 años. Este es un evento donde se reconoce a los mejores productores de alimentos de la comunidad, también se les da un espacio a los compositores para que presenten sus versos y canciones por medio de competencias de piquería y de agricultura, donde se premian las mejores canciones y los productos más grandes.
odas estas prácticas ejercidas en el territorio mantenían el equilibrio socioambiental y sociocultural que se refleja en la unanimidad del pueblo cañaveralero ante la toma de cualquier decisión referente al territorio. Sin embargo, tras años de tranquilidad y alegría, llegaron los problemas a la comunidad de Cañaverales en 2008. Llegó una empresa brasileña de carbón que logró la concesión por 30 años para explotar carbón en el departamento de La Guajira. Comenzó la angustia entre las personas; todos desconocían lo que estaba sucediendo en nuestro territorio. Mi abuela cuenta que llegaron a hacer exploraciones para reconocer si en verdad había existencia de carbón en Cañaverales.
En 2009 los estudios de exploración arrojaron resultados positivos para ellos: evidentemente sí había carbón bajo nuestro territorio. En 2010 se dio a conocer que se desarrollarían 3 minas a cielo abierto, llamadas Cañaverales, Papayal y San Juan. La de Cañaverales quedaría a menos de 800 metros del centro poblado. Las personas de la comunidad comenzaron a sentir inconformidad al saber que el proyecto que destruiría su territorio era llamado con el nombre de la comunidad: Proyecto Cañaverales. Todos comenzaron a sentir impotencia al saber que el proyecto, con tan solo nombrarlo de esa manera, ya estaba vulnerando y ofendiendo a la comunidad de Cañaverales.
Los habitantes del territorio reaccionaron de muchas maneras: algunos estaban tristes, otros con miedo y otros confundidos con tan solo pensar que esta minería crearía una fractura dentro de los usos y costumbres del pueblo Cañaverales. Los agricultores comenzaron a analizar la situación y a pensar cómo continuaría su vocación agrícola, si en algún momento debían cambiarla; eso es algo que ha perturbado por años a la comunidad de Cañaverales. La pérdida de los escenarios culturales también fue algo fundamental: los compositores, sin el territorio, sin el manantial, no se pueden inspirar para componer sus canciones. La empresa, además de no incluir estos puntos dentro de su proyecto, no ha tomado en cuenta que la intervención de cauces superficiales de agua y acuíferos podría afectar a toda la comunidad, trayendo como consecuencia la sequía total en Cañaverales, obligando a todos los habitantes a desplazarse y dejando atrás todo lo que han logrado en años por medio de la cultura y la ancestralidad.
Por esta razón hubo una toma colectiva de conciencia de lo grave que podía ser este proyecto y se comenzó a hacer incidencia para que el Gobierno se enterara de lo que estaba ocurriendo en Cañaverales con esta empresa que ni siquiera respetaba nuestras creencias y costumbres. Mi abuela me cuenta que, después de días de trabajo, de lucha, no funcionó el hecho de manifestarse pacíficamente, hablar por la radio y denunciar, entre otras cosas. Así que tomaron medidas más extremas como hacer paros con llantas en llamas, árboles en medio de la carretera, etc. Fue así como lograron dar a conocer su problemática por los medios de comunicación, pero lo más triste de todo es que Cañaverales fue concesionado sin ni siquiera darnos cuenta, porque son los grandes mandos de Colombia quienes deciden qué territorio se debe sacrificar por dinero para satisfacer a otros que ni siquiera viven en este país.
Hay que destacar que no toda la comunidad rechazaba el proyecto, había personas que deseaban el supuesto desarrollo y se alegraron con que la empresa invirtiera en educación, salud y capacitaciones académicas para la comunidad; sin embargo, muchas personas como mi abuela pensaban en el bienestar del manantial. Ella dice que eso no lo cambiaría por dinero ni por nada.
En 2011 este proyecto pasó a manos de otra empresa que logró obtener la licencia ambiental para la explotación y exportación del carbón que se extraería en el territorio de Cañaverales. Cada año que pasaba había noticias malas, mi abuela se preocupaba por su vocación de agricultora y el manantial de Cañaverales. El solo pensar en que se secaría era como un mal sueño; el lugar sagrado de toda una comunidad se acabaría en un cerrar de ojos con esta empresa. Ella no sabía qué otra cosa iba a hacer si la sacaban de su territorio, Cañaverales es todo para ella y perderlo de esa manera no era con lo que soñaba, así que siguió luchando con otras personas. Ella decía que de alguna manera esa empresa podría detenerse.
En 2013 y 2014 la empresa tuvo problemas financieros y decidió vender el proyecto a una empresa turca. En ese tiempo tenían la licencia ambiental de la empresa, pero por una serie de requisitos el plan de manejo ambiental y otros estudios perdieron validez, volviendo así a una etapa de inicio en 2016. Para la comunidad fue un respiro porque esta empresa no podía explotar el territorio de Cañaverales, dándonos la oportunidad de seguir haciendo incidencias y demostrar lo que realmente es Cañaverales como territorio agricultor de la mano del Consejo Comunitario Ancestral Los Negros de Cañaverales, una organización afrodescendiente de la que mi abuela y todos los de cañaveraleros hacen parte.
Pero, como toda empresa, está siempre lleva en su bolsillo un espejo del supuesto desarrollo y otras mentiras como: “Cañaverales no se verá afectado con este proyecto minero”, para poder ocultar el tiempo de operación y sus posibles impactos no solo a las comunidades que están contiguas a la mina Cañaverales, sino también a la sociedad civil en general. Su proyecto también contiene, en los términos de las empresas mineras, 2 minas y 1 subterránea.
El 12 de abril de 2019, por medio de una sentencia, se ordenó realizar la consulta previa a 8 consejos comunitarios, entre ellos el Consejo Comunitario Ancestral Los Negros de Cañaverales, del que hace parte mi abuela. El 27 de agosto la empresa minera turca pidió detener el proceso de consulta previa, pero no fue aceptada su solicitud. El 24 de febrero de 2020 convocaron a los 8 consejos comunitarios para el inicio de la etapa de la preconsulta, pero, como toda empresa minera, esta no entregó la información completa del proyecto. Se solicitó así que el 28 de febrero se nos diera la información completa por parte de la empresa y, al Ministerio, capacitación en consulta, ya que muchas personas de la comunidad no tenían conocimiento de estos procesos consultivos. El 25 de marzo se inició el aislamiento obligatorio y suspensión de eventos masivos por COVID-19; aun así, el Ministerio del Interior decidió el uso de la virtualidad para realizar las consultas previas, algo que era imposible porque en Cañaverales muchos no tienen la conectividad a internet o a una red en buen estado.
El 21 de abril de 2021, la empresa minera solicitó el test de proporcionalidad1 en medio de la pandemia, dando un mensaje de que la comunidad no quería ser partícipe de la consulta previa. Sentimos que se nos estaba vulnerando nuestros derechos como pueblo étnico, ya que en esa época nuestros abuelos no podían salir de sus casas por miedo a contagiarse, entonces, ¿cómo pretendía una empresa iniciar una consulta en esas condiciones? La comunidad interpuso una tutela para poder acceder a la información completa del proyecto, porque se sentía que la consulta no estaba siendo informada. El Ministerio de Salud, mediante la Resolución 777, dio el protocolo de apertura gradual para estos procesos consultivos. El 20 de noviembre se inició la preconsulta y la empresa nuevamente entregó la información incompleta, quedando como compromiso la entrega física de la información. La comunidad desconfiaba cada vez más de esta empresa porque no entregaba la información: “¿Acaso están ocultando algo?”, comentaban en la comunidad.
Según lo entregado a la comunidad, esta mina quedaría a menos de 800 metros del centro poblado y tiene proyectado explotar por 10 años. Ya han comprado fincas cercanas a Cañaverales volviéndolas privadas, afectando así ciertas costumbres como la cacería y la agricultura, ya que esas tierras son muy productivas y ahora no se utilizan para nada, solo están ahí esperando que se dé el proyecto para utilizarlas. Piensan desviar 2 acequias principales de nacimiento del manantial y es ahí donde nos ponemos a pensar qué pasará con las actividades cotidianas con esas acequias, las historias, las anécdotas… Sería injusto dejar que una empresa se lleve nuestras acequias más antiguas, ¿qué pasará con nuestra ancestralidad? Ellos no respetan nuestros usos y costumbres.
Actualmente, mi abuela está muy vieja y cansada, pero sigue preocupada por su territorio, por su casa, por esta frecuente lucha contra la minería que ha dado durante 14 años. Ahora me ha tocado a mí estar en estos espacios de luchas. Es difícil, es difícil ser mujer defensora de su territorio, enfrentarse a estas empresas es complicado, pero no imposible. Ellos no pueden entender un territorio que no es de ellos y con el cual no están relacionados.
Mi lucha empezó con un intercambio de saberes y experiencias que se llevó a cabo en algunos resguardos indígenas pertenecientes al municipio de Papayal. Antes de partir de Cañaverales, me tomé el tiempo de sentir la sensación de respirar un aire puro y escuchar el cantar de los pájaros. Eso fue tan gratificante: percibir esa tranquilidad que me brinda mi territorio. Cuando llegué a la primera comunidad Wayuu, experimenté cómo era respirar en un lugar donde el aire estaba completamente contaminado producto de la actividad minera que se ejercía a tan pocos metros de la población. Sentía que algo en ese lugar no me dejaba respirar, solo se escuchaban sirenas y explosiones en vez de pájaros, era como una pesadilla que no quería vivir, ver cómo su cultura estaba cada vez más afectada por el extractivismo minero.
Sus soñadoras ya no podían soñar y cada vez las personas de este lugar se enfermaban con más frecuencia; sin excepción de edad, tanto los niños como jóvenes y adultos se enfermaban. Fue tan doloroso escuchar sus relatos en medio de lágrimas que partí de ese lugar con mi corazón arrugado de la cantidad de injusticias que habían sucedido allí. El último lugar que visitamos fue una comunidad afrodescendiente donde a simple vista se podía percibir una sensación de desolación en ese territorio; parecía un pueblo fantasma. Se sentía mucha tristeza en cada calle, todas sus casas eran iguales, solo las diferenciaba un número. Escuchar a esta comunidad hablar de cómo perdió sus animales y sus tierras me angustiaba; ver cómo lloraban a sus líderes, que en su momento defendieron esas tierras, pero que por destinaciones de la vida ya no los acompañaban.
Cuando volví a mi territorio, no dejaba de pensar en esas escenas de tristeza y miedo, pero a la vez de esperanza y valentía. El viaje me hizo entender toda la lucha que llevaba mi abuela durante muchos años y por qué persistía tanto por su territorio. Entonces, decidí tomar las riendas de la lucha de mi abuela y defender mi territorio del peligro del extractivismo.
En el año 2021 me uní al Consejo Comunitario Ancestral Los Negros de Cañaverales, al proceso de la consulta previa y defensa del territorio. Había mucho que trabajar, el principal objetivo de estas empresas extractivistas son los jóvenes y fue ahí donde tomé mi liderazgo como joven. Mi propósito era transmitir todo lo que había experimentado en las otras comunidades que han sido sacrificadas en el departamento de La Guajira.
En 2022, el 19 de febrero, por iniciativa del consejo comunitario y el Ministerio del Interior, se retomó el proceso de consulta previa. Mi tarea principal era que, por medio de talleres y actividades, los jóvenes comprendieran la importancia del territorio y de lo que es una consulta previa, y qué temas se trataban en estas reuniones. Las primeras actividades con los jóvenes de la comunidad no fueron fáciles: ellos querían empleo y el supuesto progreso que prometen estas empresas. Igual, seguimos en la realización de todas estas actividades hasta el día 15 de junio, cuando el Ministerio del Interior realizó la primera sesión del test de proporcionalidad en la comunidad de Cañaverales. Fue una mala noticia para todos ver cómo se estaba manejando la consulta previa; nos estaban vulnerando uno de los principios: la consulta no estaba siendo libre, estaban utilizando la figura del test solo para acelerar el proceso.
Yo seguí con mis actividades con otras compañeras. Creamos un desafío de saberes para conocer qué tanto sabían los jóvenes sobre su territorio. Ese día me sentí alegre al ver cómo los jóvenes se vincularon a las competencias y el conocimiento que estaban compartiendo de Cañaverales. Desde ese día nuestro equipo de jóvenes creció, ya había muchos más colaborando en el proceso. Mientras nosotros trabajamos en el territorio, la empresa también lo hacía. El 5 de agosto solicitaron la licencia ambiental, que fue rechazada por la ANLA. Comenzamos a ver una luz en el túnel, aún teníamos oportunidad de tumbar el test de proporcionalidad y seguir con el proceso consultivo. Nuestras súplicas fueron escuchadas porque el 13 de octubre, por orden del Juzgado de Riohacha, se ratificó el incumplimiento de la consulta previa y se ordenó suspender el test de proporcionalidad y reactivar la consulta en nuestra comunidad. Fue un día lleno de alegrías, algo histórico para Cañaverales y el consejo: ninguna comunidad había logrado tumbar el test de proporcionalidad.
En 2023 se siguió con el proceso de consulta: la empresa nos entregó la información completa del proyecto, pero en cada reunión se iban ganando nuevos enemigos. El supuesto progreso que ellos estaban prometiendo no era viable para nuestras tierras ni para el manantial. Actualmente, nos encontramos en la etapa de la preconsulta: la empresa y la comunidad ya presentamos nuestra ruta metodológica. No ha sido fácil, cada vez que se dan estos procesos nos vulneran un derecho fundamental como humanos y como territorio. Nos han tildado de violentos por defender lo nuestro.
En la comunidad de Cañaverales aún seguimos en la lucha, ya han sido años defendiendo lo que es nuestro. Nuestro sueño más anhelado es que se desaparezca ese título minero en nuestro territorio, esa sería la solución de nuestros problemas. Gracias a Dios, seguimos de pie con una dignidad intacta, más unidos como jóvenes y como pueblo.
Cañaverales es de todos y podría ser esa cura que necesita el mundo entero.
¹ El test de proporcionalidad en el marco de las consultas previas es un mecanismo extraordinario utilizado cuando las partes no logran establecer acuerdos o en circunstancias en las que se presenta de manera sistemática la ausencia de alguna de las partes. Sin embargo, en Cañaverales esta figura se ha utilizado para presionar y acelerar el proceso de consulta, vulnerando los derechos fundamentales de nuestra comunidad. La empresa multinacional suele recurrir a esta figura como mecanismo de presión en cada sección de consulta previa advirtiendo que si de nuestra parte no aceleramos el proceso, podrían aplicar el test de proporcionalidad sin tener en cuenta nuestros usos y costumbres como comunidad afro.