Mi nombre es Jhasbleidy - Historia de vida

Jhasbleidy

Mi nombre es Jhasbleidy. Como todo ser humano, tengo un pasado, un presente y un futuro. En estos párrafos narraré lo que ha sido mi vida. Iniciaré diciendo que nací en Cartagena del Chairá, en el departamento del Caquetá. Según cuentan mis padres, a mis 2 años de vida nos trasladamos para San José del Fragua, en el mismo departamento, lugar donde viví mi infancia y mi adolescencia. 

Mi existencia no ha sido nada fácil, he atravesado situaciones y me he encontrado con personas que han marcado mi vida. Desde muy pequeña descubrí mi condición, identifiqué que estaba en el cuerpo equivocado, físicamente era un hombre, pero mis sentimientos, pensamientos, gustos, comportamientos… en fin, me sentía mujer en toda la extensión de la palabra. 

Y como todas las mujeres estamos expuestas a los peligros yo no era la excepción. Siendo muy pequeña, después de salir de un bazar que se organizó en el pueblo, me dirigí a casa. El camino era algo solo y rodeado de montaña, yo caminaba muy confiada hasta que a mitad de camino salió un hombre con edad aproximada entre 35 y 40 años: ¡oooohhh, sorpresa! Era mi vecino, me estaba esperando y sus intenciones no eran buenas. Intentó abusar de mí, me amenazó con un arma cortopunzante, usó palabras tales como “te lo mereces por ser como eres”, me golpeó, arrancó mi ropa. Yo gritaba desesperada para que alguien me ayudara y él continuaba agrediéndome… por fortuna, en ese camino transitaba la esposa de un tío y alcanzó a escuchar mis gritos de auxilio. Gracias a su ayuda, el fulano ese no logró su cometido. A razón de esa situación me llené de miedo, desconfianza, tristeza, dolor, pues me di cuenta de todos los peligros que corría, me sentí vulnerable. Aquel sujeto era mi vecino, un hombre que bajo los efectos del alcohol me ofrecía dinero para acostarme con él; me hacía diferentes propuestas y todas las rechacé, a tal punto que se obsesionó conmigo y quiso tomarme a la fuerza. 

A los 12 años aproximadamente me llené de valentía y les conté a mis padres lo que me estaba pasando. Fue muy difícil tomar esta decisión, pero en el momento sentí que debía hacerlo, no podía seguir ocultándome, así que por mi propia iniciativa les dije. Mi madre reaccionó de manera positiva y pronunció: “Muy en el fondo yo lo sabía”, a diferencia de mi padre, que acudió a maltratarme física y verbalmente. Él encontró la solución sacándome de la casa. Como me obligó a salir, conseguí una habitación en arriendo y empecé a vivir de manera independiente; trabajaba en el campo, desarrollé diferentes actividades relacionadas con el cultivo de coca para ganar dinero y cubrir mis gastos. Por estos tiempos descubrí el amor, tuve una relación amorosa con un chico de 16 años, él me pretendió y yo me dejé conquistar. No fue una relación de mucho tiempo, pero sí puedo decir que fue bonita, constructiva, hasta que me enteré de que me era infiel y decidí terminar ahí mi relación. Para mí fue muy difícil asimilarlo, pero logré salir con la frente en alto.

Han pasado los años con situaciones buenas y malas. Frente a mi educación puedo decir que solo hice hasta séptimo grado, deserté por la situación económica que atravesábamos. Mis padres no podían cubrir mis gastos y yo quería trabajar, tener mi propio dinero, salir de las carencias, aparte de que constantemente sufría el rechazo y el desprecio de mis compañeros por ser homosexual. Recibí críticas, burlas, se referían a mí con palabras vulgares… Nuevamente me sentí vulnerable, no tenía cómo defenderme de una sociedad que señala, que odia, que discrimina, yo solo me sentía mujer y eso no le hace daño a nadie. Sus procederes me lastimaban y hacían que me llenara de miedo, a tal punto que, cuando me sentí atraída por un chico de otro salón, nunca se lo dije, moría de miedo solo de pensar que me rechazaría y me insultaría, ni forma de acercarme porque yo cada vez me sentía más mujer. Todo me delataba, cuando las personas me miraban, inmediatamente sabían que soy una chica en cuerpo de hombre, no me arriesgué y dejé pasar este amor.

Se volvió constante la discriminación, pues mi vida se desarrolló en la ruralidad, justo donde reina el machismo y donde ver a una persona homosexual, lesbiana, transexual, entre otras, es un escándalo total, ya que para algunos somos unos más que se condenan en el infierno. Yo era muy evidente, pues mis comportamientos y mis expresiones cada vez eran más femeninos. Lo más difícil es ver que no solo es una sociedad ajena a ti la que te agrede, es ver como tu misma familia te hace la vida imposible, te ataca, te señala… En mi caso, una tía, cuyo nombre no mencionaré, me decía que era la vergüenza de la familia, me rechazó totalmente, no podía aceptar mi condición. Algunas veces me agredió y mamá siempre fue quien me defendió y me apoyó. Ella exigía respeto, mi madre fue incondicional, la amo.

Mi nombre es Jhasbleidy, este surgió por una compañera, muy buena amiga, que dijo: “De ahora en adelante ese será tu nombre”. A mí me gustó, me hace sentir bien y empecé a usarlo, a pesar de que, cuando hacía una presentación de mí en público, hacia mis profesores, decía: “Mi nombre es Juan Carlos”, pues así figuro en mis documentos. Fue muy difícil el cambio cuando decía que me quería llamar Jhasbleidy, pronunciaban que ese es un nombre de mujer y yo debía llamarme como se llaman los varones: recibí críticas, burlas, lloré, sufrí mucho, me daba impotencia, otra vez me sentí vulnerable, no podía ser quien deseaba ser.

Después del cambio de nombre también llegó el cambio de vestuario. Me sentía mujer y como tal debía vestirme, como chica. Recuerdo que mi primer short y mi blusa corta me los compró mi padre para un regalo de cumpleaños; él ya había hecho su proceso de sanación y me aceptaba en su vida como su hija. Desde ahí me visto con ropa que usamos las mujeres, había logrado algunos avances de aceptación en mi familia; fue un camino muy largo, muy duro de atravesar, algunas veces no deseé continuar, intenté quitarme la vida en 2 ocasiones: una vez intenté envenenarme y en otra ocasión me colgué de un lazo. Mi madre fue quien presenció estas situaciones y le debo mi vida a que ella siempre llegó a tiempo. El amor y el apoyo de ella hicieron que me ame, acepte mi condición y siga luchando.

Hoy tengo 21 años, me reconozco como mujer. Voy a un almacén a comprar mi ropa y busco en la sección de chicas, no falta la que haga malos gestos, pero ya no me afecta. Me veo al espejo, me siento feliz, me acepto. Mi madre y mi padre, quienes son los más importantes para mí, también me aman como soy, esto me da seguridad. Tengo mucho camino por recorrer, tengo sueños e ilusiones, deseo poder realizarme las cirugías necesarias para quedar como una mujer completa, bella, femenina, de la misma forma que anhelo un hogar junto a un moreno, acuerpado y detallista, responsable, que me ame, me valore y me acepte como soy. Quiero estudiar todo lo relacionado con belleza, me gustan el microfutbol y la pintura en tela; aunque me desempeño muy bien en el trabajo del campo, deseo tener otras oportunidades. Segura de lo que soy y quiero, continúo mi vida con la frente en alto.