Panorama de la situación energética en América Latina

panorama situación energía en América

La matriz energética de América Latina y el Caribe está compuesta principalmente por hidrocarburos. La mayor aportación la hace el gas natural (34 por ciento); seguido por el petróleo (31 por ciento), principalmente utilizado para la producción de gasolinas y otros combustibles líquidos. En cuanto al sector de energía producida por fuentes no fósiles, la hidroenergía aporta el 8 por ciento; la energía solar, 6 por ciento; y la geotermia y la energía nuclear, 1 por ciento cada una. El 19 por ciento restante corresponde a diversas fuentes de energía como carbón vegetal, bagazo o leña. 1

El transporte es el sector más intensivo en el uso de energía, con un consumo del 52 por ciento; lo sigue la industria, con 18 por ciento;2 el residencial, con 13 por ciento; comercio y servicios, con 12 por ciento; agricultura, pesca y minería, con 3 por ciento; y, finalmente, la construcción, con 2 por ciento.3

La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) señala que el 75 por ciento de la energía eléctrica en la región es producida por fuentes renovables. Gran parte de ese suministro es facilitado por la hidroelectricidad, que produce alrededor del 80 por ciento.4

El aporte de la hidroelectricidad en la generación de energía es controvertido, debido a que la construcción de embalses supone la deforestación e inundación de grandes extensiones de territorio y el desplazamiento de las comunidades locales. A esto se suma la gran cantidad de emisiones de metano que se generan por la acumulación de sedimentos en el fondo de las represas y que contribuyen considerablemente a la emisión de gases de efecto invernadero, (GEI) causantes del calentamiento global.

A pesar de ello, América Latina y El Caribe sólo contribuye con el 10 por ciento de los GEI a nivel mundial. 46 por ciento de esa contribución proviene de la producción, transformación, distribución y consumo de energía de los sectores donde se concentra la actividad económica de la región.5

“La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) señala que el 75 por ciento de la energía eléctrica en la región es producida por fuentes renovables.”

Desigualdad en el acceso a la energía

La disponibilidad de los recursos (matriz energética) y su acceso (infraestructura e ingresos) varían tanto de país a país, como al interior de cada uno de ellos. El consumo per cápita de Argentina, por ejemplo, es de 1.32 toneladas de petróleo equivalente por habitante (tpe/hab) y el de Venezuela, 1.61, mientras que el de Bolivia es de 0.56 y, 0.41 el de Nicaragua.6 De todos los países que integran la región, Brasil, México, Colombia, Argentina y Chile concentran el 77 por ciento del consumo total de energía.

Algunos indicadores que permiten identificar la desigualdad en el acceso a la energía son el porcentaje de electrificación, y el uso y la calidad de los servicios energéticos en el hogar.7 Si bien se estima que en América Latina 97 por ciento de la población tiene acceso a la energía eléctrica, alrededor de un 10 por ciento (es decir, 65 millones de personas) aún no alcanzan a cubrir sus requerimientos energéticos básicos para una vida digna, es decir, viven en pobreza energética.8

Estas disparidades se observan principalmente en poblaciones vulnerables de zonas urbanas marginales y rurales,9 así como entre mujeres y hombres. En Haití, por ejemplo, 92 por ciento de la población depende de sistemas tradicionales de cocina (leña y carbón vegetal). Asimismo, en países como Honduras, Guatemala y Nicaragua, menos del 50 por ciento de la población tiene acceso a energía de calidad que no comprometa su salud, sobre todo debido a la exposición de niños y mujeres a altos niveles de contaminación del aire, causados por la quema de biomasa para cocinar.

Además de su exposición a aire contaminado durante el procesamiento de los alimentos y los problemas originados por su conservación, las mujeres, por ser las principales responsables de las actividades domésticas y de cuidado, son quienes más padecen las implicaciones de la pobreza energética. Estas privaciones se traducen en la indisponibilidad de tiempo y energía para acceder a la educación e incorporarse al sector productivo, donde pueden generar ingresos propios. En la actualidad, no existen indicadores desagregados que permitan conocer la brecha en el acceso a la energía entre hombres y mujeres, a pesar de algunas encuestas nacionales que incluyen datos de ingresos y gastos de los hogares, así como de distribución del tiempo. Esto evidencia la necesidad de incorporar indicadores de género en las políticas públicas orientadas al sector, ya que, en última instancia, el acceso a la energía debe proporcionar eficiencia, equidad y empoderamiento a toda la población.

“La energía renovable, sobre todo la eólica y la solar, están ganando representación en la región. Hoy en día, el uso de este tipo de energía para la producción de electricidad asciende a 16 por ciento, particularmente gracias al impulso que se le ha dado entre países que importan la mayoría de su combustible, como Chile.”

Tendencias energéticas en la región

La Agencia Internacional de Energía y la Organización Latinoamericana de Energía coinciden en que, entre los años 2016 y 2040, el consumo de energía primaria se incrementará a un ritmo promedio de 1.12 por ciento.10 Las proyecciones sobre la matriz energética están basadas en las tendencias del consumo y en el cambio de perspectiva en las políticas del sector, que promueven una noción de autosuficiencia energética que a la vez impulsa la producción de energía.

En este contexto, las principales fuentes de energía seguirán siendo las energías fósiles y la hidroenergía, por su uso intensivo en el transporte y electricidad, a pesar de sus repercusiones en el avance del calentamiento global.

Venezuela se mantendrá como un país productor relevante de energía a pesar del declive de su producción, que entre 2016 y 2017 se redujo 12 por ciento, como resultado de su profunda crisis política.11 Esto tendrá un efecto en Brasil y México, desde donde se podría compensar la oferta en declive de Venezuela e incentivar la inversión y explotación de hidrocarburos en las áreas de pre-sal en la costa de los estados de Río de Janeiro, Sao Paulo y Espirito Santo, y en el Golfo de México respectivamente. Esta tendencia reforzaría la explotación de pozos en aguas profundas y de hidrocarburos no convencionales en toda la región.

Colombia, por su parte, continuará con su rol como exportador de hidrocarburos,12 aunque con una producción a la baja (-1.3 por ciento),13 que podría reactivarse si se autoriza la controvertida fracturación hidráulica o fracking. En una situación similar se encuentra Argentina, que podría convertirse en exportador de petróleo y gas si incrementa la producción en el campo de Vaca Muerta, con graves consecuencias para las poblaciones que habitan esa zona, y para la crisis climática.

Energía de fuentes renovables

La energía renovable, sobre todo la eólica y la solar, están ganando representación en la región. Hoy en día, el uso de este tipo de energía para la producción de electricidad asciende a 16 por ciento, particularmente gracias al impulso que se le ha dado entre países que importan la mayoría de su combustible, como Chile. Su exitosa incursión se debe a la reducción de sus costos en la producción, pero, sobre todo, a los argumentos que las colocan como la única vía para conservar los niveles de consumo actuales. A su vez, estos distintos tipos de energía permiten abatir el cambio climático y contrarrestar la dependencia de los combustibles fósiles.

Un referente en el uso de energías renovables es Costa Rica, que generó con estas fuentes el 99.35 por ciento de su electricidad durante el primer semestre de 2017.14 No obstante, cabe mencionar que de este total, 74.8 por ciento corresponde al aporte de las hidroeléctricas, 11.1 por ciento al de la energía geotérmica, 11.9 por ciento al de la energía eólica, 1.4 por ciento al de la biomasa, y sólo 0.01 por ciento al de la energía solar.

Cuba espera producir el 24 por ciento de su energía mediante fuentes renovables para el 2030. En abril de 2017, se inició la construcción de su primera central bioeléctrica, con una expectativa de ahorro de aproximadamente 50 millones de dólares al sustituir el petróleo venezolano. Cuba también está impulsando proyectos eólicos, con inversión de capital chino y español.15

Una virtud de las fuentes renovables es que favorecen la cobertura energética en lugares de difícil acceso, sobre todo en el ámbito rural. Esto ayuda a reducir las brechas de desigualdad, sobre todo cuando se parte de esquemas descentralizados que permiten la producción y el consumo autónomos. El tamaño del proyecto, la evaluación de sus impactos en gran escala y a largo plazo, así como sus mecanismos de implementación son de gran relevancia, si se busca que el proyecto realmente traiga beneficios sociales y respete los equilibrios ecológicos de la región.

Finalmente, cabe mencionar que en la producción y el consumo de energía renovable existen algunas contradicciones inherentes, como los efectos nocivos de la extracción del litio y el cobalto en Chile y en Cuba, utilizados para la fabricación de baterías que permiten almacenar energía de fuentes renovables e impulsar autos eléctricos. De no tomarse en cuenta oportunamente, estas contradicciones —al igual que con los combustibles fósiles— seguirán replicando inevitablemente los problemas vinculados al desarrollo de fuentes de energía en la región y en el mundo. Por esta razón, más allá de producir más energía para satisfacer las necesidades presentes y futuras,16 resulta indispensable identificar cómo se distribuyen las cargas y los beneficios de la energía en las sociedades latinoamericanas a lo largo de la cadena de suministro. Esto con el fin de transitar hacia sociedades que incorporen en su noción de consumo un uso racional de la energía en escalas acordes con el modo de vida urbano o el rural,17 y que reconozcan que una vida digna también es posible con requerimientos menores de energía.

Los cambios políticos en el contexto del sector energético

La transformación del sistema energético en los últimos treinta años ha sido particularmente dinámica, pues la mayoría de los países de la región pasaron de tener un sector energético centralizado, donde a través de sus empresas públicas el Estado controlaba la asignación de recursos de las diferentes actividades o segmentos que conformaban la cadena de producción —incluidos los precios—, a uno con una mayor autonomía en la gestión y la toma de decisiones, con la excepción de Venezuela, Bolivia y Ecuador.18 Sea cual sea el país y el modelo adoptado, estos cambios facilitaron la introducción de mecanismos regulatorios, de financiamiento y de mercado para el establecimiento de los precios de la energía, la participación de agentes privados y, en algunos casos, la incorporación de nuevas tecnologías en la cadena energética. Sin embargo, los logros parecen haberse concentrado en la liberalización de varios segmentos de la cadena con alcances muy parciales en aspectos productivos, o en la capitalización y desarrollo del sector.

“El tamaño del proyecto, la evaluación de sus impactos en gran escala y a largo plazo, así como sus mecanismos de implementación son de gran relevancia, si se busca que el proyecto realmente traiga beneficios sociales y respete los equilibrios ecológicos de la región.”

Los diversos cambios de gobierno entre el 2018 y 2019 han significado un viraje heterogéneo en la política energética y, por lo tanto, en
la dirección del sector. Sin embargo, el cambio de enfoque se concentra una vez más en la confrontación entre los diferentes modelos
energéticos, que oscilan entre:
1) poner los recursos naturales y económicos al servicio del desarrollo nacional y;
2) optar por un modelo más abierto, que, preservando cierto control de los recursos, incorpore inversiones extranjeras para convertir los recursos en producción y renta.
Hasta ahora, sin embargo, ninguno de estos modelos incorpora la visión de una transición energética justa. Como consecuencia, las decisiones de política energética que trascenderán a los cambios políticos son aún una interrogante y motivo de incertidumbre en el sector.



1 Organización Latinoamericana de Energía-OLADE (2018): Panorama Energético de América Latina y el Caribe. Quito. 
2 Incluyendo la industria energética para la producción de electricidad. 
3 Organización Latinoamericana de Energía-OLADE:op. cit. 
4 Renewable Energy Policy Network for the 21st Century-REN21 (2017): Subastas de energía renovable y proyectos ciudadanos participativos: América Latina y el Caribe. 
5 Comisión Económica para América Latina y el Caribe-CEPAL (2018). Economics of Climate Change in Latin America. Disponible en: https://bit.ly/327gpYO (Consultado: 12 de junio de 2019). 
6 OLADE: op. cit. 
7 La calidad en los servicios energéticos se mide de acuerdo a los siguientes indicadores: provisión estable de iluminación, cocción, energía mecánica, agua potable y saneamiento, atención médica, así como transporte y telecomunicaciones. 
8 REN21 (2017): op. cit. 
9 En América Latina, 80 por ciento de la población se concentra en áreas urbanas. En éstas la intensidad energética es mucho mayor que en las zonas rurales. Véase: CEPAL (2018): op. cit. 
10 “Presentación comparativa de algunos resultados de estudios prospectivos internacionales referidos a América Latina y el Caribe”, en: Revista de Energía de Latinoamérica y el Caribe-OLADE, 2018, pp. 140-162. 
11 Enerdata (2018): Global Statistical Energy Yearbook. Disponible en: https://yearbook.enerdata.net/ (Consultado: 12 de junio de 2019).
12 El Departamento de energía de los EEUU, desde febrero de 2019, ha registrado un incremento en el volumen de las importaciones provenientes de Colombia, lo que ha permitido compensar parte las importaciones provenientes de Venezuela. Disponible en: https://
bit.ly/2ooomIq (Consultado: 12 de junio de 2019) 
13 Enerdata (2018): Op. cit. 
14 Centro Nacional de Control de Energía – CENCE de Costa Rica: Generación y Demanda, Informe Anual (2017). Disponible en: https://bit.ly/2xMcDWD (Consultado: 12 de junio de 2019). 
15 “Cuba planea que el 24 % de su energía en 2030
provenga de fuentes renovables”, en: El Periódico de la Energía. Disponible en: https://bit.ly/2FPZu3m (Consultado: 13 de junio de 2019); “La UE apoyará el desarrollo de energía renovable en Cuba”, en:Deutsche Welle. Disponible en: https://bit.ly/2JcyDAz
(Consultado: 12 de junio de 2019). 
16 Las necesidades que están relacionadas con los usos y servicios de la energía, cuya privación implica vivir en pobreza energética, pueden ser la protección,subsistencia, entendimiento, ocio, creación y placer.
Max-Neef, M.; Elizalde, A.; Hopenhayn M. (1991):Human scale development: conception, application and further reflections. The Apex Press, New York. 
17 La demanda de energía de las ciudades es considerablemente mayor que la de las zonas rurales. 
18 Venezuela, Bolivia y Ecuador transitaron de un sector energético más abierto a la re-nacionalización parcial o total de algunas áreas de las empresas públicas.