Heinrich Böll, disidente sin tregua

Heinrich Böll, conversando con estudiantes

Heinrich Böll, el escritor alemán y premio Nobel de literatura que dio nombre a nuestra Fundación, publicó en 1951 un relato titulado “Las ovejas negras”. El protagonista de este relato vive en contra de la estrechez social ya restaurada, de la hipocresía de las “buenas conciencias”, y lo hace con mucha seriedad, con un inquebrantable sentido del humor y una muy peculiar moral. Así como quien lo ha recreado. Böll tuvo que vivir toda la Segunda guerra mundial (1939-1945) como soldado, y simplemente no podía aceptar que la sociedad de posguerra, a sotavento del Milagro económico y la Guerra fría, se hubiera librado de manera tan fácil de su pasado nacionalsocialista al querer desplazarse a una comodidad burguesa de “todo sigue igual”.

El medio, e impulso a la vez, para incidir y permanecer en resistencia sería la palabra. Ya en la guerra aquel joven lo tuvo muy claro. Heinrich Böll encarnó y alentó la figura pública del intelectual que no teme involucrarse ni partir de un fundamento ético. En Alemania –a diferencia de los países latinoamericanos y anglosajones–, este tipo de intelectual siempre ha sido muy raro y a la muerte de Böll, en 1985, se perdió a uno de sus más destacados representantes. Böll se involucró cuando lo consideró necesario. Y así lo consideró con frecuencia: contra del rearme de la República Federal Alemana, contra las plantas nucleares, contra el estalinismo, en contra de la histeria en los tiempos del terrorismo de la Fracción del Ejército Rojo (RAF) y del terror de la prensa amarillista que despreciaba la dignidad humana, y también en contra de la explotación abusiva de la naturaleza en América Latina.

Esto gustó cada vez menos a la política dominante, a quienes formaban la opinión pública, a los poderes económicos. Böll “incomodaba”: intervino a favor de los refugiados de Vietnam, de presos políticos, defensores de derechos humanos y escritores perseguidos. Lo llamaban en tono de burla “el buen hombre de izquierdas”, “el padre asilante de los compañeros disidentes sin tregua”. En efecto, Böll era de izquierda y profesaba abiertamente su catolicismo, pero cuando su concepción humanista se lo exigió, no dudó en señalar a la Iglesia católica y a las fuerzas políticas de izquierda. En el mejor sentido de la palabra, fue un disidente sin tregua, una auténtica “oveja negra” de la sociedad hegemónica de la República Federal Alemana, a la cual pone bajo la mira con la gran fuerza literaria de sus ensayos y sátiras. “Uno debía serlo, y he sido yo”, dice el protagonista al principio de “La ovejas negras”, se lo dijo Böll a sí mismo sacando su máquina de escribir. Esta firme postura en favor de las garantías de los ciudadanos y de los derechos humanos, por un sentido política y socialmente ético, por una verdadera humanidad, llevó a la joven fundación de alemanes verdes a elegir, en 1987, el nombre de Heinrich Böll.

A su vez, la unión de distintas fundaciones que forman parte del espectro político verde alemán recibió el nombre de Fundación Heinrich Böll en 1996. Desde entonces, ahí donde la principal corriente política vulnera los derechos, saquea la naturaleza y niega la igualdad de oportunidades, nos sentimos comprometidos a ser una incómoda oveja negra.

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