Por una transición amplia, sostenible y democrática

Existe actualmente un consenso mundial sobre la magnitud de la crisis climática y sobre su origen en la emisión de gases de efecto invernadero, producidos en gran medida por la quema de combustibles fósiles. La transición energética se ha convertido entonces en un derrotero de muchos Estados, en un reto tecnológico y económico para muchas empresas, y también en una oportunidad que han tomado organizaciones sociales y comunidades para incidir en la transformación de las condiciones que han originado esta crisis.

Aunque exista este acuerdo sobre la necesidad de actuar, los significados y alcances de estas transiciones están todavía en disputa. ¿Cuál es el núcleo de esta transición? ¿Cómo se mide su éxito? Una forma de verlo es en cantidades de emisiones que se dejan de emitir a la atmósfera en la producción de energía, y cuánta energía comienza a ser producida por fuentes renovables. El concepto de carbono-neutralidad, apoyado ampliamente por gobiernos y empresas, incluidas varias de combustibles fósiles, busca una suma cero entre los gases que seguirán emitiendo y los que podrán capturarse por medios naturales y tecnológicos.

La efectividad de esta promesa es altamente discutida, entre otras razones porque los sumideros naturales de carbono tienen una capacidad limitada, y porque las medidas tecnológicas, a su vez, tendrán sus propios impactos territoriales y ambientales negativos, y no está probado que realmente funcionen a escala global y en el largo plazo. Es, entonces, un imperativo civilizatorio pasar la página de los combustibles fósiles en el menor tiempo posible.

Como el funcionamiento de toda nuestra economía tiene una altísima demanda de energía, dejar los combustibles fósiles bajo el subsuelo tiene unas implicaciones muy profundas. Mantener los niveles de consumo de energía necesitaría producciones altísimas de renovables. Recordemos que estas energías pueden llamarse “limpias” porque no emiten gases a la atmósfera mientras producen energía, pero que no necesariamente son “limpias” en otros sentidos: las renovables necesitan una amplia gama y cantidad de territorios, minerales y energía para funcionar. ¿De dónde vendrán estos recursos?

Precisamente, de países como Colombia, rico en materias primas y fuentes de energía. Hasta la fecha, estos recursos se han explotado en Colombia bajo un modelo extractivista que, como se verá en este libro, se ha convertido en un poder fáctico que deteriora el Estado Social de Derecho, y condena al territorio a condiciones de insostenibilidad ambiental, social y económica. ¿La transición energética intensificará el modelo extractivista o es una oportunidad para superarlo y transformar las condiciones de injusticia ambiental que ha
creado? La transición energética, tanto a nivel internacional como nacional, no es un proceso políticamente neutral, sino está marcada por la influencia de numerosos actores de poder que frecuentemente persiguen intereses económicos particulares. En este contexto, existe el riesgo en sociedades altamente desiguales, que estos se impongan mediante distintos mecanismos sobre el interés común de transitar hacia modelos socio- ecológicos más equitativos. Es necesario, entonces, descubrir las relaciones de poderes entre los distintos actores, ganadores y perdedores de una transición energética, y su impacto sobre la democracia.