En estos tiempos donde pensar y actuar distinto son considerados un riesgo de seguridad, incluso, causal para ser criminalizado, desaparecer o ser asesinado, las apuestas artísticas, las posturas políticas y sociales de muchas mujeres, resultan audaces y propicias para contrarrestar ideas de homogenización de la sociedad.
Colombia es un país diverso en todas sus connotaciones posibles. Una sociedad y territorio heterogéneo y con cosmovisiones que merecen ser reconocidas y apoyadas. Y, dentro de esa diversidad de visiones y construcción social nos encontramos también las mujeres, con una amplia, critica y múltiple mirada, y desde allí es que escribo.
Soy feminista, y que felicidad me ha generado serlo. Es una sensación única y liberadora saber que todos los días trabajo por ser una mujer que actúa desde la sororidad con otras mujeres, que reconoce la interseccionalidad como base de estudio sobre las diferentes discriminaciones sociales que sufrimos las mujeres y otras comunidades maltratadas por ser parte de lo heterogéneo de la sociedad.
Soy como muchas, una mujer que está construyéndose y deconstruyéndose diariamente, que se debe cuestionar, si quiere ser llamada feminista. Asumir mi feminismo como una postura política y de búsqueda personal es un trabajo desde mi interior, ese que a veces no se reconoce y teme por no saber el destino.
Porque correr el riesgo de cambiar y de cuestionarse diariamente es una apuesta por la libertad del alma, del cuerpo y de la vida en si misma de una manera indescriptible. Todo comienza con reconocer al otro a la otra en el feminismo, y aceptar que no hay una sola mirada, sino muchas, y cada una de ellas tiene una razón de ser, de allí que digamos “los feminismos”.
Cada mujer, cada hombre que decida ser feminista desarrolla su propio feminismo y comparte con la colectividad la postura política de tumbar este modelo opresor, heteropatriarcal que no nos permite ejercer nuestra libertad, poder y amor. Para mí, buscar mi libertad y felicidad ha sido encontrar mi feminismo.
Solo quiero invitarles a ser feministas, a ser libres, a ser ustedes y a no temerle al cambio. Como dice Chimamanda “todos deberíamos ser feministas”, en nuestra riquísima lengua lo diríamos “todos, todas y todes deberíamos ser feministas”. Asumir el daño que hace a las sociedades cuando se desconoce, se discrimina o se invisibiliza a alguien por razones de género, raza, orientación sexual, etnia, entre otras, debería causar rabia y deberíamos buscar cambiarlo, y, de eso se trata ser feminista.
Ahora bien, hay miles de formas de luchar contra el patriarcado, de debatir, cada mujer y hombre debe encontrar la mejor forma de hacerlo desde su conocimiento, deseo, capacidad y sueños. Entre las muchas formas, las que han sido más exitosas son: las de litigio estratégico, reformas legales y constitucionales, como los debates y agendas políticas. Y cada vez se mueven con mayor fuerza dos de las muchas de las apuestas posibles que nos pueden ayudar a salir de la cárcel del modelo heteropatriarcal: el arte y los cambios culturales, apuestas interesantes que pueden romper esos límites que nos impide tener un mundo heterogéneo feliz. Por eso quisiera citar un aparte de un discurso de Chimamanda:
“La cultura no hace a la gente. La gente hace a la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura”.
Los invito a seguir nuestra agenda del mes de marzo, como a leer los papers que saldrán en este mes. Esperamos poder aportarles elementos interesantes de análisis y de cambio.
Posdata: No se olviden de consultar nuestra página y redes sociales. Ya viene la Escuela “Mujeres al Poder” y quisiéramos poder contar con la inscripción de muchas mujeres que buscan representar a sus comunidades desde la libertad y la diversidad de las ideas.
Parte de este artículo fue utilizado en el discurso de apertura de la exposición Proyecto G30 Mujeres